ANÁLISIS DE LA SEMANA
Obsesiones
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad20-10-2002
Hay mucha gente en el mundo que nada más despertar cada día tiene una obsesión: tener comida. Demasiadas personas comparten la obsesión del hambre con la de morir, quizás quieren morir para no tener más hambre. Lo más seguro es que quieran comer para vivir y ser felices. Esta obsesión reside probablemente en la cabeza de 1.200 millones de personas. Ahora una menos, y otra, y otra más... y un niño, y otro... Cada minuto que pasa muere más gente de hambre. Cada minuto que pasa cae más gente en la pobreza, éso que le trae al fresco a los países desarrollados. Y lo tienen bien cerca. La obsesión de algunos individuos nada más despertar es pensar en quién será el próximo contra el que apretará el gatillo, cómo burlar los controles de la policía, como atemorizar más a la ciudadanía. La muerte puede estar en cualquier parte, más o menos buscada, más o menos esperada: en una gasolinera, en un supermercado en aquél lugar del mundo; o aquí al lado, o más allá, en una patera sobrecargada, de ilusiones, esperanzas, ambiciones y obsesiones. Algunas veces el mar las hunde todas. Muchas otras veces quedan sumergidas en el destino, en aquella tierra prometida que ha resultado no ser tal, tampoco para los más inocentes. Las fronteras no limitan las obsesiones. En muchos hogares españoles el límite está en el propio hogar, donde alguien cree que su libertad significa la posesión, sumisión y exclavitud de la de su compañero, y esa es su única obsesión. Caen los valores y parece que poca gente tiene valor para arraigarlos fuerte a la tierra. El mundo parece haberse vuelto loco en su obsesión materialista. Seguridad, riqueza, prosperidad, pero no para todos. Mientras miles de personas mueren de hambre cada día otros miles visten de seda, embellecen sus fachadas con mármol y su rostro con bisutería. Hay hasta quien tiene la obsesión de derrocar a un Papa viejo y cansado. No se dan cuenta de que ese aspecto frágil lo sustentan unos buenos cimientos. La primera piedra y la principal obsesión de todo ello: la caridad.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo