Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR

Diario

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión20-10-2002

El poder... el atractivo del poder... Queremos ser dioses. Sí, ser dioses para, al menos, ser justos con nosotros mismos. ¡Nadie es justo con nosotros! Merecemos también un poco de suerte. Un poco de poder. Poder gobernar nuestra vida. Poder gobernar la de otros, los que ahora nos gobiernan y nos oprimen. A veces no estoy enfadado con nadie. Eso resulta bastante aburrido. Hay que buscar el enfado, picar a alguien, hacerle daño. Es divertido ver cómo a veces son otros los que sufren. No siempre le tiene que tocar a uno y, cuando no sufro, me gusta ver sufrir a los otros. Así me desahogo. Es como una catarsis, que digo no recuerdo quién, ¿no? Sí, el mal del otro me tranquiliza, me reconforta. No es justa tanta felicidad para algunos y tanta infelicidad para otros. Ya me cansé de pegar a los pequeños del colegio. Fue divertido un tiempo, pero ahora son muy desconfiados, los profesores vigilan y han cazado a un amigo y le han mandado a casa una semana. ¡Qué cabrones! Él sólo quería divertirse. Ahora robamos a personas mayores. Está bien, sobre todo las caras de susto que ponen. Sacamos poco dinero, pero no importa. No robamos por el dinero, robamos porque es divertido. Es el hecho de robar. De que está prohibido. De fastidiarle a alguien. Bastante han vivido ya esas viejas, que a este ritmo tendremos que pagarles los asilos cuando trabajemos. Vimos la noticia del francotirador de Washington. ¡Qué tío! Un amigo se ha traído una escopeta de perdigones al parque. No hacemos nada malo, los perdigones no matan a nadie, sólo hacen un poco de sangre y pican bastante. Disparamos sobre todo a los perros, pero también a farolas o a personas que nos caen mal. Hay gente con caras muy feas, que deberían quedarse en sus casas y no salir al parque. ¡Asustan a los niños! El otro día, el chico de la escopeta mató a una niña. No lo hizo a posta, ¡no quería matarla! Pero lo hizo. Todos estamos metidos en un buen lío y no me fío de ninguno de los chicos del parque, nadie quiere cargar con las culpas. Creo que este será el último e-mail que podré mandar en algún tiempo. Sólo quería que alguien me escuchara. Sólo quería contar para alguien. Sólo quería demostrar que existo. En realidad, no quiero ser Dios. Sólo quiero... quiero... sólo quiero.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach