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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

El vestido

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad26-10-2016

No la conozco personalmente, pero creo que la reina es una mujer inteligente. Me llamaba la atención ya antes de hacerse pública su relación con el entonces heredero y la defendí no pocas veces en las charlas informales con compañeros, amigos y familiares. Conozco personas que la conocieron en su anterior etapa vital, la de un españolito cualquiera (si lo escribo en femenino no queda igual de bien, por desgracia), y con esos datos me quedo: su perfeccionismo, su ambición y su forma de trabajar. Me identifiqué con ella cuando me contaron que no se dejaba copiar en los exámenes.  

Hasta la perdoné que se hiciera retoques en busca de unos cánones de belleza cuyos medios jamás justificaré, sobretodo si como ella uno se pasa de frenada. Pero he de reconocer que, como muchas de quienes la critican, tengo cierta envidia de ella cuando luce tan bien esos vestidos de ensueño, como los que ha llevado estos últimos días en los actos de entrega de los Premios Princesa de Asturias. Si vistiese como Angela Merkel, que colecciona una pantonera en sobrios trajes de chaqueta, Letizia no llegaría a las portadas. Así es la cosa. 

Por ese motivo, el vestido, hoy soy más de Letizia que nunca. Sí, luce estupendas prendas y nadie la ha elegido en las urnas (estamos llegando al punto de que valdría sólo el resultado democrático si me gusta), pero también tiene una agenda repleta de encuentros, reuniones y actos con personas, profesionales y colectivos a los que muchos no dan importancia. Vale, entra en su papel, venía de serie en el paquete de ser reina de España, y por eso escucha sus problemas y digiere profesionalmente los dramas cotidianos de muchos que, como los discursos sociales de la reina, que los hay, tampoco son noticia.

No me cambiaría por ella en esas ocasiones en las que tiene que ir a consolar a familiares directos de víctimas de accidentes, atentados y catástrofes. Tampoco cuando ha de aguantar los tacones en largas recepciones o dar conversación al mandatario de turno que viene esta noche a cenar a palacio. Ni, tampoco, cuando va a un centro comercial y todo hijo de vecino se preocupa más de hacerse un selfie con ella que de preguntarle cómo está o tiene que reñir a sus hijas en público sin perder los papeles. Todos esos daños colaterales también entraban en el lote.

Aunque sea la reina, de la insultante casta que en nada algunos volverán a poner como excusa para hacer ruido en las calles y en las instituciones como si quienes no les apoyan no fuesen también la gente, deberíamos hacernos mirar porqué los bordados de su último Felipe Varela nos interesan más que sus palabras. Y ella, si puede hacer algo al respecto, también.

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo