ANÁLISIS DE INTERNACIONAL
Un Brasil para Temer
Por Isaac Á. Calvo2 min
Internacional12-09-2016
El problema del Estado de Derecho es que las leyes están para cumplirlas y las instituciones para ser respetadas, y aún más por los servidores públicos.
Si con el transcurso de los años se constata que alguna de las dos (o ambas) falla, entonces hay que establecer mecanismos para modificar lo que funcione mal y mejorar el sistema, de modo que pueda seguir desarrollando su función con la mayor eficacia posible.
Lo que no se debe hacer es que los políticos sean partidarios de dichas leyes e instituciones cuando les conviene, y criticarlas cuando obtienen una respuesta que no es la esperada. Y lo que hay que evitar a toda costa es hacer declaraciones públicas incendiarias: Primero, porque deja en evidencia a quien las hace, ya que es muy probable que antes se haya estado beneficiando de esas instituciones a las que ahora critica; Segundo, porque lo único que consigue es generar crispación, que puede desembocar en violencia.
Algo parecido es lo que le ha pasado a la ex presidenta de Brasil, Dilma Rousseff. Mientras ella ocupaba el poder, todo funcionaba de maravilla. Ahora que son las propias instituciones las que han auspiciado un proceso democrático de destitución contra ella, se le llena la boca diciendo que es un golpe de Estado.
El Senado, por una amplia mayoría, ha concluido que Rousseff recibió dinero para maquillar la deuda pública del país y para que su gestión no se viera empañada en los últimos comicios, que supusieron su reelección.
Sin embargo, la inflación, el incremento del paro, la creciente inseguridad, la crisis económica, la pérdida de popularidad y los intereses políticos de los adversarios también fueron haciendo mella en la gestión de Dilma Rousseff.
Por si no fuera suficiente, algunas de las decisiones de Rousseff estuvieron cargadas de polémica. La que contribuyó a la puntilla fue la de maniobrar para entorpecer la labor de la Justicia al nombrar ministro a su antecesor en el cargo: el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien estaba acusado de enriquecimiento ilegal.
Ahora, asume la Presidencia Michel Temer, quien ya fue vicepresidente con Rousseff y presidente interino mientras duraba el proceso de destitución. Aunque tiene ideas muy diferentes a las de su predecesora, Temer no lo va a tener fácil, pues los desafíos sociales y económicos son muy grandes, el descontento popular es elevado y la inestabilidad política acecha aún más.
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Isaac Á. Calvo
Licenciado en Periodismo
Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación
Editor del Grupo AGD