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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

La bicicleta de Colombia

Fotografía

Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura3 min
Internacional05-09-2016

Colombia ha sido protagonista este verano y ha sonado en la vida de muchas personas. Una de las canciones más escuchadas ha sido La bicicleta, cantada por Carlos Vives y Shakira. Sin duda, es una buena forma de difundir algunos de sus rincones. Gracias al estribillo, más de uno ha sentido curiosidad por conocer la zona que va desde Santa Marta hasta La Arenosa e incluso el Tayrona, ese lugar que si Gerard Piqué lo conoce "no querrá volver a Barcelona".

Este tema musical transmite buenas sensaciones y optimismo, algo que coincide con el momento que se está viviendo actualmente en Colombia, gracias al acuerdo de paz entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Colombia es fascinante. Sin embargo, se ha visto afectada desde hace más de 50 años por la violencia de grupos paramilitares y guerrillas. De estas, la principal ha sido las FARC, una organización comunista que quería controlar el territorio e implantar su revolución a sangre y fuego.

Han sido décadas de masacres indiscriminadas, de secuestros, de extorsiones... no solo contra la Policía y el Ejército, sino también contra la población civil. Además de contar con miles de militantes, las FARC también supieron aprovechar los territorios que controlaban y obtener financiación con negocios tan lucrativos como el narcotráfico.

Ahora, después de muchos meses negociando, el Gobierno y las FARC han puesto fin a las hostilidades. El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, tenía como prioridad acabar con tantos años de guerra, y parece que lo ha conseguido.

Sin embargo, la vuelta de los criminales a la vida civil y a la política es uno de los puntos que más ampollas está levantando. Las FARC deben reconocer el daño que han hecho, pedir perdón a las víctimas y a las familias de estas y comprometerse a trabajar por el bien común del país.

Además, los guerrilleros más sanguinarios tendrían que responder por sus crímenes, aunque puedan obtener beneficios gracias al acuerdo de paz. No se trata de ser un justiciero, sino de hacerles ver que todas las acciones tienen consecuencias, no solo para quien las recibe, sino también para quien las realiza.

Lo más difícil del proceso pacificador ya se ha logrado. Sin embargo, queda todavía pendiente desarrollar una labor fundamental para consolidar la paz: es muy necesario hacer una pedagogía detallada para que los colombianos conozcan bajo qué condiciones se están reinsertando los guerrilleros y las ventajas que estos obtienen por renunciar a las armas. De lo contrario, se corre el riesgo de transmitir una sensación de impunidad y de hacer ver que la violencia es una vía para conseguir logros políticos.

La población tiene la última palabra: el 2 de octubre va a votar en referéndum si está de acuerdo, o no, con el acuerdo de paz alcanzado entre el Gobierno y las FARC. Ese día los colombianos tendrán que elegir si siguen pedaleando por este pacto (con sus ventajas e inconvenientes) y mirar con esperanza al futuro... o si, por el contrario, creen que, como ya llevan 50 años padeciendo la guerra, es preferible sufrir más tiempo a cambio de conseguir la victoria y derrotar a quienes tanto dolor les ha causado (si es que se logra).

Fotografía de Isaac Á. Calvo

Isaac Á. Calvo

Licenciado en Periodismo

Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación

Editor del Grupo AGD