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SIN CONCESIONES

Con Rajoy imposible

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión02-08-2016

Rajoy fue puesto a dedo al frente del PP para garantizar un entendimiento con los nacionalistas. Es uno de los motivos principales por los que José María Aznar le escogió como su sucesor en 2003, frente al entonces inmaculado Rodrigo Rato y el centralista Jaime Mayor Oreja. Todavía recuerdo con nitidez la cena en la que el propio Rajoy nos lo contó a un grupo de periodistas en vísperas de las elecciones generales de 2004, antes de los atentados del 11-M, cuando el Partido Popular parecía destinado a gobernar otra legislatura más. Suena a pleistoceno pero en aquel entonces el político gallego debutaba como cabeza de lista. La formación de Aznar concluía un mandato con amplia mayoría absoluta, casi tan rotunda como la que Rajoy disfrutaba hasta el reciente mes de diciembre. Sabía que el PP sufriría un retroceso en las urnas y se vería obligado a pactar con CiU, PNV y CC, como había sucedido en 1996. Aznar creía que era el más idóneo para entenderse con los nacionalistas. Detrás de su barba, en esos tiempos negra, Rajoy también estaba convencido de ello. Paradojas de la vida, doce años después, se enfrenta al mismo escenario que diagnosticó cuando le señalaron con el dedo divino. Pero ahora es incapaz de entenderse con los nacionalistas o cualquier otra sigla. Todos le niegan, e incluso le vetan.

Aquel político sin dogmas ya no es el conciliador con el que todos negociaban cuando era vicepresidente de Aznar. Ninguno de sus posibles socios le quiere ahora al frente de La Moncloa pese a haber ganado dos veces seguidas en las urnas en apenas seis meses. Le rechazan a pesar del espaldarazo que los españoles le dieron el 26 de junio con 14 escaños más que en diciembre y con 700.000 votos extra. Todos los demás retrocedieron y aún así se empeñan en pedir la cabeza de Rajoy como si fuera el derrotado, cuando es justo al revés. ¿Qué habría que hacer entonces con ellos? Rajoy es la misma persona que hace una década pero donde antes veían un cómplice, ahora perciben un enemigo. Donde antes encontraban conversación amigable, ahora ponen silencio y sospecha. Donde antes sabían que habría pacto, ahora ni siquiera intentan el acuerdo. Todos repudian a Rajoy sin más: sin argumentos, sin explicaciones y sin alternativa, que es aún más grave porque nos conduce a terceras elecciones en un año.

El bloqueo institucional que atraviesa España genera un enorme hastío entre los ciudadanos. Cada vez son más numerosos y ruidosos los que exigen un acuerdo para investir presidente ya, nombrar nuevo gabinete y empezar a gobernar, que falta hace. Ante la incapacidad para negociar, no faltan voces que proponen importar al Congreso de los Diputados el sistema vaticano de elección de Santo Padre. Allí los cardenales electores son encerrados durante días, con cuatro votaciones por sesión, hasta alcanzar un acuerdo por amplia mayoría que proclame al nuevo Papa. La comparativa tiene lógica a esta desesperada altura de la prórroga gubernamental. Parece que todo vale con tal de resolver el entuerto pero en realidad es poco sensato. Este no es el momento de pactar un candidato a la investidura, que el Rey de España ya ha propuesto. Es el momento de pactar las políticas que debe llevar a cabo. Es el momento de fijar condiciones e incluso de exigir contraprestaciones. Pero del fondo del asunto nadie dice nada. Ni una palabra. Ni un comentario. Ni un segundo dedicado al qué. Parece que sólo importa el quién.

Ahí radica el origen del bloqueo. La investidura no debería ser una cuestión de personas, sobre todo cuando el aspirante ha vencido por amplísima ventaja en las urnas. Sin embargo, el PSOE está empeñado en vengarse de Rajoy y Albert Rivera se opone a regalar a Rajoy lo que ya entregó a Pedro Sánchez. De los nacionalistas mejor no hablar porque unos se han echado al monte de la ruptura y los otros son rehenes de sus complejos. En conjunto, los que impiden que tengamos Gobierno actúan contra el mandato democrático de las elecciones y, sobre todo, contra la paciencia del pueblo que los vota. Permanecen firmes en una trinchera personalista como si entre ellos hubiera un pacto soterrado para destronar a Rajoy. ¿Acaso lo hay y no lo sabemos? Dicen no una y otra vez como si compartieran estrategia a la espera del desenlace que todos anhelan. Sólo una alianza oculta bajo la mesa, donde todos se dan la mano contra el más votado, explica que rechacen un acuerdo antes incluso de sentarse a negociar. Sólo la comunión de opositores justifica que bloqueen el Gobierno que debe trabajar para todos, incluido ellos mismos. El todos contra Rajoy carece de sentido un mes después de las elecciones y a fuerza de denostarle le convierten en mártir. Dicen que con él es imposible pese a ser el único con posibilidades para gobernar. Así que o pactan con él o explican por qué prefieren repetir por tercera vez las elecciones.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito