Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

SIN CONCESIONES

Todo por el poder

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión12-01-2016

Dicen las madres y los buenos profesores que un examen no se prepara la tarde antes. No les falta razón. Cuando desaprovechas un trimestre entero es casi imposible estudiar todo el temario la víspera. No suele haber excepciones. Ni milagros. Cuando desperdicias 103 días estás condenado al fracaso y eso mismo es lo que ha conseguido Artur Mas tras las elecciones autonómicas del 27 de septiembre. Planteó un plebiscito sobre la independencia y sólo consiguió el 39,5% de los votos pese a coaligarse con Esquerra Republicana de Catalunya. Dos partidos que en 2012 sumaban 71 diputados y el 44,2% de las urnas, han perdido 9 diputados y casi un 5% de apoyo popular en pleno desafío separatista. Los datos son elocuentes. Sin embargo, el secesionismo cierra los ojos a la realidad, manipula las cifras a su favor y presume desde la misma noche electoral de tener el respaldo de los ciudadanos para romper con España y declarar un Estado propio.

Artur Mas mintió a los demás y se engañó a sí mismo al pensar que había conseguido lo imposible. Su propósito personal no era ganar los comicios y seguramente ni siquiera alcanzar la independencia. Su obsesión era mantenerse al frente de la Generalitat como presidente. El poder por el poder. Ahí la razón para pactar una coalición con ERC cuando las encuestas vaticinaban la derrota de CiU, para romper su partido y abandonar a los hermanos de Unió, para esconder las siglas de Convergencia en pleno escándalo por la corrupción de la familia Pujol, para colocar como cabeza de lista a un político de ICV como Raúl Romeva y para conformarse el molt honorable president con el cuarto puesto en la candidatura unitaria de Junts pel Sí. La única condición que puso entonces fue ser investido de nuevo tras las elecciones que iban a emprender la separación de Cataluña del resto de España. Todo para nada.

Ahora toma su relevo el alcalde de Girona, que en apenas 24 horas pasa de gobernar una ciudad a querer construir un país independiente. Delirios de grandeza nunca faltan entre quienes se creen llamados a escribir la Historia con letras de oro. Carles Puigdemont promete un giro social impuesto por la CUP que no puede pagar porque hace años que la Generalitat necesita del dinero de papá Estado para subsistir. Desde 2012 ha recibido nada más y nada menos que más de 52.000 millones de euros de ayuda desde La Moncloa para abonar facturas de servicios básicos como hospitales y farmacias. Puigdemont garantiza también mejores condiciones para los catalanes mientras oculta que su querido Artur Mas ha recortado en sanidad más que ninguna comunidad y ha subido los impuestos más que en ningún territorio. Sin embargo, la culpa de todos los males siempre la tiene eso que los independentistas llaman Madrid y que en el fondo es la suma de castellanos, gallegos, extremeños, andaluces, canarios, valencianos, asturianos, aragoneses, riojanos, murcianos, baleares, cántabros, vascos y manchegos, además de madrileños.

En su empeño por dividir España, Artur Mas ha dividido a los catalanes entre quienes son independentistas y los que no, ha dividido su anterior partido hasta forzar la desaparición de Unió con Josep Antoni Durán i Lleida a la cabeza, ha dividido a la CUP con tal de conseguir que le ratificaran al frente de la Generalitat y ha dividido a sus colaboradores más allegados. Esos son los que han acabado por traicionarlo con tal de preservar el futuro de Convergencia, ahora mal llamada Democracia y Libertad. El cambio in extremis de candidato y la investidura de Puigdemont constatan el fracaso rotundo de Artur Mas pero salvan al partido que ha ganado todas las elecciones autonómicas durante casi 40 años. Sin embargo, el partido de los Pujol y Mas por primera vez habría perdido las que el mesías iluminado amenazó con convocar para el 6 de marzo. Un triunfo de ERC con Oriol Junqueras a la cabeza habría significado la extinción de la antigua Convergencia.

Por eso, tras la exigencia de la CUP, la víspera del examen los más cercanos a Artur Mas le pidieron "un paso al lado". Sólo si renunciaba al poder y cedía el testigo mantendría el poder su partido. Sus compañeros alaban semejante "sacrificio" de Artur Mas, como si él mismo se hubiera apartado. En realidad ha sido sacrificado por su formación como La Biblia narra que Abraham estuvo a punto de hacer con su hijo Isaac cegado por la voz de Dios. Puigdemont viene a aplicar "el mismo programa" de Artur Mas. Es "más de lo mismo" como bien dice Inés Arrimadas, la que con mayor claridad y contundencia supo desenmascarar en el debate de investidura las mentiras del nacionalismo. El resumen de este desafío a la ley y a la democracia es muy sencillo y se define con una palabra: totalitarismo. Totalitarismo por imponer a todos los catalanes lo que votaron el 47% que apostó por Junts pel Sí y la CUP. Totalitarismo por arrogarse unos "países catalanes" sin tener en cuenta a la otra mitad de los catalanes ni al cien por cien de valencianos y baleares. Totalitarismo en definitiva porque quieren que Cataluña sea un Estado que "concentra todos los poderes en un partido único y controla coactivamente las relaciones sociales bajo una sola ideología oficial", que es como el diccionario define el totalitarismo.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito