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ANÁLISIS DE LA SEMANA

El ¬resto¬ de la racionalidad

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura3 min
España16-09-2002

Decía Goethe que “la existencia dividida por la razón deja siempre un resto”. Es decir, que la división no es exacta, que algo de la existencia no se reparte, o no se aprovecha, que la razón, por sí sola, no puede abarcar toda la existencia; y tampoco explicarla. Qué es lo que hay que añadir a la razón para que la división sea exacta es el reto de la Humanidad entera a lo largo de los siglos. Durante esta semana, los dirigentes vascos, miembros del Gobierno y del PNV, han hablado de una curiosa forma de aplicar las disposiciones judiciales del juez Garzón en relación con la suspensión de las actividades de Batasuna. Han defendido una “aplicación racional” –que no razonable- de la legalidad, argumentando que prohibir las manifestaciones de Batasuna sólo puede llevar a que los vascos “se partan la cara” y a que Batasuna consiga esos supuestos objetivos de “crispación” y “división” de la sociedad. Si la cita de Goethe guarda relación suficiente con la realidad, una aplicación de la ley tan extraña –aplicación a medias, luego no-aplicación- sólo puede tener una consecuencia: deja un resto. Un resto que es ambigüedad, indeterminación, oportunismo y, consecuentemente, injusticia. Jaime Mayor Oreja, que es vasco y que conoce también –y tan bien- esa sociedad en la que ha nacido y vivido durante gran parte de su vida, analizaba con tino las consecuencias del proceso de ilegalización: que las dos realidades del nacionalismo vasco son ETA y, por otro lado, el PNV. Que la primera se pone de manifiesto con la violencia y, la segunda, con la ambigüedad. Pero, sin duda, ambas comparten un mismo objetivo: la independencia y segregación del País Vasco. Unas veces, ese objetivo les lleva a la “coincidencia plena”; otras, a la “convergencia”. Unas veces trabajan codo a codo de forma “ofensiva, como en el Pacto de Estella”; otras, de manera “defensiva, como en las elecciones de 2001”; en la “vanguardia, para proteger a HB”, o en la “retaguardia”, para evitar que el PNV “pierda el poder”. Llamar terroristas a los nacionalistas puede ser una grave acusación. Pero alguna palabra definirá ese contubernio “de sangre” entre ETA-Batasuna y el nacionalismo vasco. Éste, desde el poder en el Gobierno autonómico, dificulta día tras día la efectiva suspensión de las actividades de Batasuna en el Parlamento vasco; con su “no prohibición” o “aplicación racional” de la legalidad no impide que los batasunos se manifiesten en las calles vascas con sus goras a ETA. Las negociaciones de Ezquerra Republicana con Batasuna para evitar atentados en Cataluña puede ser, como alguien ha defendido, “un desliz” que no pone en duda su trayectoria democrática. Pero, de la misma manera, puede significar, como expresaba con dramatismo el ministro de Justicia, José María Michavilla, un paso para que ETA asesine en España de forma selectiva”. Y si las negociaciones se hubiesen culminado en un pacto ¿Qué consecuencias hubiera tenido? ¿Qué prebendas hubieran exigido los terroristas a los ciudadanos catalanes? ¿Y al resto de los españoles? ¿Qué paz se hubiera hipotecado, y hasta cuándo? Los pactos egoístas tiene consecuencias egoístas; tienen, también, su “resto”. Por encima de lo racional está lo razonable. Y lo razonable exige puesta en acción de algo más que la razón.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

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