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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

La boina

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad09-12-2015

Hace no muchos años, pues una no es tan vieja, los urbanitas se mofaban de los serranos que pisaban las calles de la Villa y Corte porque llegaban a los Madriles a hacer sus mandados luciendo una boina. Para muchos madrileños ese tocado calentito de los de pueblo era el símbolo de la ignorancia. Ahora, en estos tiempos de Dios y del laicismo que no viene en la Constitución, en Madrid se habla de otra boina, que por desgracia también está convirtiéndose en un símbolo de la ignorancia. 

De la mierda que se respira en Madrid tenemos la culpa prácticamente todos los que pasamos por sus calles, ya sea a hacer recados por la Villa y Corte o como presuntos privilegiados residentes. Y los serranos, desde medio centenar de kilómetros divisan el horizonte capitalino desde sus montes resecos de noviembre acordándose del santoral: ¡La boina que luce Madrid sólo la apaña una buena bendita agua encargada a San Isidro!

Pero, como la boina de los serranos, en la capital española también ha caído en desuso la práctica de las rogativas, esas procesiones presididas principalmente por la imagen del patrón de Madrid (y a la vez de los agricultores) que se solían celebrar para pedir al Cielo que regase los campos como predecía el refranero.

Pero no caerá esa breva y habrá que conformarse con los protocolos anticontaminación tan heredados (de la anterior alcaldesa, Ana Botella) como modificables. Tampoco procesionará el santo castizo para contribuir a arreglar el desaguisado, ni mucho menos, sobre todo cuando la actual alcaldesa de la urbe, Manuela Carmena,  esconde tras una columna un resumen del Belén que solía congregar a cientos de madrileños en la sede den Ayuntamiento. 

En esa tonta cuestión no asume la herencia del anterior equipo de Gobierno. Será porque la imagen del Niño Dios produce más urticaria que las partículas contaminantes de tanto vehículo diésel. Aunque no habría que olvidar que, si Madrid luce una asquerosa boina, también clama al cielo la basura que hay en sus calles y que va mucho más allá de las colillas que la señora alcaldesa quiere que recojan los niños: panfletos de propaganda, cacas de perro y hojas de árboles, amén de vehículos que llevan meses abandonados.

Ocurrencias así, la de los niños recoge colillas, so  propias del guión de La tonta del Bote, película que protagonizó Lina Morgan y que por no ser moderna también habrá quedado condenada, con sus moralejas, al ámbito de la paletez. No es de extrañar que San Isidro mire para otro lado y los paletos emboinados la canten coplillas.

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo