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ANÁLISIS DE ESPAÑA

El problema catalán

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España02-11-2015

Iba a ser una campaña centrada en recortes, guerra de cifras, corrupción... y cuando despertamos, el dinosaurio seguía ahí. Ni tan mal, habrá pensado Rajoy. A él que siempre le acusan de ser una fábrica de independentistas y resulta que los independentistas, con su último desafío, pueden acabar siendo una fábrica de votantes del PP de cara al 20D. Vale que no ha sido hasta el último minuto cuando Rajoy parece haberse decidido a afrontar de lleno lo que se ha dado en llamar el problema catalán, pero siendo sinceros, no parece tampoco que el federalismo asimétrico del PSOE haya sido la solución. Con un Parlament que ya proclama abiertamente la república catalana, resulta hasta enternecedor ver a los socialistas insistir en su oferta de una reforma de la Constitución y no sé qué de una declaración en Granada. Hace tiempo que el debate es otro y difícil margen de diálogo permite quien ya ha tomado la decisión de irse.

El independentismo siempre ha tenido al buenismo del resto de España como uno de sus principales aliados. "Hay que escuchar a Cataluña", asimilando que Cataluña es sólo el millón de personas que sale en la Diada y no los cinco millones que se quedan en casa. Hasta equiparar a Mas y a Rajoy como causantes del problema resulta tramposo en un debate que básicamente tiene que ver con lo que es legal y lo que no. Y ahí no caben siquiera terceras vías. "¡Qué se van a ir!" rebajan aún los más confiados. Y ahí están, explicando el cómo, el cuándo y por dónde lo harán. Mientras el Gobierno corre ahora a ver cómo  va eso del artículo 155, otra fábrica de independentistas a juicio del buenismo que a estas alturas raya en la ingenuidad.

Seguramente la minoría independentista no se aplaque con prohibiciones , no al menos a corto plazo. Pero relajar el cumplimiento de la Ley a en función de cálculos políticos para no enfadarles es una de las causas que nos ha llevado a las puertas de una declaración unilateral de independencia. Ejemplos hay muchos: el castellano en las escuelas, las banderas en los edificios oficiales, las dudas sobre qué hacer en el 9N, presuntos pactos tácitos en los que unos daban estabilidad a los gobiernos en Madrid (de aquella manera) a cambio de manejar sin intromisiones un presunto saqueo que ahora resulta que todo el mundo sabía. La democracia será militante o no será. El riesgo real es que en unos años los independentistas representen no un 47, sino un 80 por ciento. Evitar eso pasa por plantear batalla día a día en desmontar los mitos del independentismo. No sólo en campaña. Mitos que empiezan con una supuesta agresión al catalán y acaban con el Espanya ens roba o con que Cervantes, en realidad, era vecino de Cristobal Colón en Hospitalet.

Quizá haya que hacer esfuerzos por explicar en Cataluña que no es más demócrata quien protesta por la detención de un presunto grupo anarcoterrorista que quien pide que se cumpla la Ley. Pero no queda más remedio que hacerlo, aunque el hastío deje salir de vez en cuando eso de "mira, pues que se vayan", como si eso fuese la solución. Como si el nacionalismo no necesitase siempre de un enemigo exterior al que responsabilizar de sus desgracias. Como si al día siguiente de una presunta independencia catalana no fuesen a culpar a España de cualquier mal, ya sea una lluvia torrencial, un atasco o una derrota del Barça (ya veremos en qué Liga). Como si la aspiración de anexionar Valencia y Baleares a los Paisos Catalans, otro mito, también fuese un invento de Madrit para fabricar independentistas.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio