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ANÁLISIS DE CULTURA

El cronista

Fotografía

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura3 min
Cultura14-10-2015

La periodista Leila Guerriero se hacía la siguiente pregunta: “¿Para qué nos hicimos periodistas? ¿No era para contar lo que pasaba en el mundo?”. Tajante y segura de sí misma, acertada en la retórica, Guerreiro contestaba así a un redactor del periódico ABC. Y la autora de Una historia sencilla denunciaba lo que es una dolorosa realidad. Nos estamos centrando demasiado en el cómo, pero no en el qué. El contenido, que será leído en papel o web, debería ser siempre lo más cuidado. No en el periodismo de hoy, en el que vale más un buen titular para pinchar en el enlace y las sucesivas visitas que las buenas historias que pueda haber en el cuerpo de la noticia. Pero…un momento…eso lleva tiempo. Ja! El tiempo.

El periodismo no es, como decía Roger Wolfe un: “lanza la mierda y lávate las manos”. Es un buscar, reflexionar, contar y después reconocer que si tu información despierta la crítica –que debería hacerlo- entonces será germen de odios y pasiones al mismo tiempo. Entonces habrás triunfado. Pero la realidad es hoy tan distinta. ¿Dónde está el buen periodismo? puede que en las novelas de no ficción. 

Han resurgido con un éxito inesperado. Historias como las que cuenta la recién galardonada con el Nobel de Literatura Svetlana Alexiévich, esos “seres traumatizados” del socialismo de la URSS. El trauma del totalitarismo que seguimos viviendo en nuestro tiempo. Periodismo crítico y literario como el de Kapuscinski, porque hay realidades que no caben en un reportaje, que necesita libros. Pero no valen 200 páginas de ensayos como los que estamos acostumbrados a ver en los últimos tiempos. Demasiadas publicaciones editadas a la vez sobre Podemos, banqueros, Pujol y la economía. Escritos demasiado rápido. Sus editores buscan dinero fácil. Reposo. Falta mucho reposo.

Por eso no valen esos libros. Sino reportajes contados por testigos directos. Dramas internacionales, nacionales, la crisis. Pero reposados. Si se necesita un año o dos para escribirlos, mejor. En los últimos tiempos la paciencia es una virtud en manos de pocos.

Ejemplos como el del sucesor del antes citado Kapuscinski,  Wojciech Tochman, que escribió Como si masticaras piedras después de seguir durante dos años a la médico forense Ewa Klonowski en la búsqueda de pruebas de ADN para identificar las víctimas de Bosnia. Un reportaje de 150 páginas porque necesitaba más de dos.

Y entonces el periodista es feliz pese a sufrir casi lo mismo que los protagonistas de su historia. Lo es porque sus lectores han abierto los ojos ante una perspectiva del mundo que hasta entonces se les escapaba. El cronista está satisfecho porque dentro de lo que cabe es libre para contarlo. Y la profesión vuelve a salir de quirófano con los deberes hechos. Y sin descubrir el origen del universo, sino tan sólo contar a los demás lo que otros no quieren o resumen en dos páginas. Porque los mundos felices no existen y allí estamos nosotros para dar cuenta de ello. Aunque pagues después el precio. Alexiévich lleva 25 años sin ver publicadas sus obras por una editorial oficial de Bielorrusia. Hoy tiene un Nobel.

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press