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ANÁLISIS DE ESPAÑA

52 por ciento

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura4 min
España28-09-2015

52 por ciento. Un punto más y habrían perdido su plebiscito por un 3 por ciento. Hubiese sido un final de justicia poética para Mas. Cualquiera que pasease la noche del 27S por las calles de Barcelona se sentiría perfectamente identificado con el protagonista de Sin noticias de Gurb, la alocada novela de Eduardo Mendoza que narra la aventura de un alienígena recién aterrizado en la ciudad condal y se ve obligado a comprender sobre la marcha el modo de actuar de sus nuevos vecinos. Ese complejo de extraterrestre se expresa a la perfección al toparse con una multitud independentista celebrando la victoria en un plebiscito habiendo cosechado un 47 por ciento de los votos. Es decir, una multitud celebrando una derrota. Si cuaja la idea podemos estar ante el nacimiento de otra Diada. Están locos estos humanos.

De entrada es justo reconocerle a Artur Mas la capacidad de haber conseguido transformar la realidad hasta el punto de que nadie interpretase estas elecciones en clave autonómica, sino plebiscitaria. Sólo así se explica el récord de participación. Desde Cataluña hasta la Casa Blanca o el banquillo del Bayern de Munich, todo el mundo asumió que lo que había en juego era mucho más que la composición de un parlamento. Pero Mas y el resto de líderes de Junts Pel Sí continúan tratando deformar la realidad hasta hacer creer a la gente una cosa que no es. “¡Ha ganado el si!”, proclamaban eufóricos ante su entregado público acostados, no sobre los mitos de la historia catalana, sino sobre el reparto de escaños que permite la Ley D´Hont .Su discurso triunfalista admite en cambio no pocos matices si atendemos a la frialdad de los datos.

La clave plebiscitaria en favor de la independencia llevó al partido del Gobierno, Convergencia, a unirse con su principal oposición, ERC, en torno a Junts pel Si. Hoy ese partido (si es que se le puede llamar así) será el mayoritario en Cataluña con 62 escaños. Pero esos son 9 escaños menos que los que lograron ambas formaciones por separado en las últimas elecciones de 2012. Esos 62 escaños son los mismos con los que partía Artur Mas antes de aquellos últimos comicios en los que ya se dejó 12 escaños. Y no creo que haya nada que atribuirle en los resultados de Junts Pel Si a la ruptura con Unió. Se puede decir que a la carrera en solitario iniciada por Duran Lleida se le atisba tanto recorrido como a la de la rubia de las Spice Girls. Los mismos nueve escaños que ha perdido Convergencia y ERC son los que ha perdido el PP en su enésimo batacazo en Cataluña. Mucho partido le va a tener que sacar Rajoy a esto y a la recuperación económica en el resto de España para ganar las generales siendo tan irrelevante en Cataluña. El único consuelo para los populares es la situación del PSC, que tampoco anuncia para el socialismo el granero de votos de antaño en esa comunidad. 

Un 52 por ciento del censo ha votado en contra de separarse de España. A eso hay que sumarle los que ni han votado, que se les deduce poco interés en la cosa independentista. Visto lo visto, habrá quien hoy piense que habría sido mejor idea permitir la celebración oficial del tan reclamado referendum sobre la independencia. Pero las dudas crecen al comprobar la manera que tienen los independentistas de aceptar un no por respuesta. O un Estatut. O todo lo que no sea la independencia. El PNV de Ibarretxe se estrelló tras su plan secesionista, cambió de estrategia con Urkullu y volvió a ser el partido hegemónico en el País Vasco que siempre fue. Sin embargo Mas ya ha anunciado que seguirá hacia adelante.

Falta por ver lo que sucederá en las próximas fechas en las que se descubrirán faroles y se materializarán órdagos, con permiso del Tribunal Constitucional. Pero al final de este viaje, tras el 27S, los catalanes van a tener un gobierno autonómico formado por la burguesía conservadora de Convergencia (neoricos antes y neoindependentistas ahora), la izquierda soberanista de ERC, plataformas separatistas como la ANC. Todos ellos apoyados en los antisistemas de la CUP, que de entrada piden la cabeza de Mas. Ponte tú a negociar algo así, ya sea el encaje constitucional o el reconocimiento en la Unión Europea en la que la CUP no quiere estar.

El objetivo común de la independencia disimilará esas diferencias internas, pero el proceso anunciado no estará exento de los lógicos obstáculos: políticos, legales, de legitimidad, de liderazgo. Será difícil que esa unidad no tarde en romperse por algún lado.  Se avecinan por tanto nuevas comparaciones incómodas con los años 30, en este caso sobre la desunión de las fuerzas catalanas. Mientras tanto, seguirán necesitando un programa en materia de Sanidad, Educación, Obras Públicas... Lo que viene siendo gobernar.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio