ROJO SOBRE GRIS
Les pertenecemos
Por Amalia Casado2 min
Opinión08-09-2015
-Hace calor.
-Sí, hace calor.
-Y huelo mal.
-Sí, ciertamente. Olemos muy mal.
-Y Calcuta es fea.
- Este lugar es feo. Coincido contigo.
La camioneta avanzaba camino del aeropuerto, dejando atrás uno de esos lugares del mundo donde se hace evidente que todo está por hacer, y que todos somos alguien.
Me imagino ese olor al silencio del cansancio en el interior de aquella camioneta, bamboleada por los baches del firme como la de Indiana Jones, y a ellas, jóvenes universitarias, zarandeadas en el vehículo cual muñecos de trapo, con los ojos en el infinito de la memoria atravesando los cristales.
-Entonces- continuó- ¿por qué no quiero irme, y estoy feliz?
En una de las casas de las Misioneras de la Caridad donde cuidan a los que no podrán sino ser cuidados toda la vida, vive una mujer con la cabeza "como una cerilla". Me cuentan que su rostro es completamente liso, sin cuencas para los ojos, sin músculos para la expresión, sin gestos, sin palabras. Ni dolor, ni alegría: casi una isla en medio de la humanidad. A veces caminaba hasta que se topaba con un obstáculo y entonces paraba y se quedaba allí, inmóvil. Me la imagino quieta así, delante de una pared o contra la espalda de una silla hasta que alguien con un pequeño giro le imprime un nuevo rumbo por un camino libre hasta el siguiente obstáculo.
Me contaban que ante aquella mujer, la pregunta que le nace a uno es la de tú por qué: por qué has cruzado el umbral de la existencia, quién ha querido que seas y que seas así. Por qué. ¿No es absurda la vida si tu vida es así?
Y sin embargo, para una de estas jóvenes, aquella existencia sin rostro se convirtió en el rostro de la existencia, en argumento de vida, en alguien con poder único para arrancar de su corazón la más profunda voluntad de amar, capaz de hacerle ver lo invisible, de expresar lo inefable.
-No quiero irme. Y estoy feliz... ¿Será que estamos fabricados para darnos a los demás?
Qué tiene esto de querer a los que no quiere nadie. Nos arrastran hasta la playa de su vida, salvándonos de ahogarnos en el océano de la nuestra. Ellos salvan el mundo. Nos salvan. Y les pertenecemos.
Rojo sobre gris a los fabricados para salvarnos.
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo