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SIN CONCESIONES

El dios de La Moncloa

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión11-06-2015

En el principio todo fue oscuridad. Las tinieblas se apoderaron de la tierra y el azul del cielo parecía borrarse de la faz del mundo. El segundo día, dios creó el desconcierto. Su falta de reacción tras el varapalo de democracia incrementó más las dudas. El cuarto día, dios comprendió que lo que había hecho no era bueno, y se mostró dispuesto a cambiar cosas. El séptimo día dios se marchó a Sitges a hablar de economía mientras sus feligreses conspiraban sobre la revolución. A los tres días el dios de la tranquilidad y el secretismo confirmó que habría cambios antes del verano, aunque hasta entonces todo seguía igual. Por la tarde, todavía en penumbra, dios se reunió en secreto con el nuevo adversario del centrismo y la moderación. Ciudadanos lo anunciaba en un comunicado frente al oscurantismo y falta de transparencia de La Moncloa. Un día después hacía lo mismo con Pedro Sánchez, hasta entonces aliado del sentido común y a partir de entonces villano de la extrema izquierda. Y así llegó al decimotercer día, en el que la luz se abrió entre la incertidumbre y la política se hizo palabra en su boca.

El dios Rajoy tardó trece días en dar señales claras de vida pero al final reaccionó. Auspiciado por su homólogo marroquí, compareció en La Moncloa y declaró su enorme preocupación por las alianzas de gobierno entre PSOE y Podemos. Llamó radical a Pedro Sánchez y sectarios a quienes se unen para desbancar al PP del poder. La prensa volvió contenta a sus guaridas con titulares contundentes, muy poco habituales en el dios de la mesura y la tibieza. Los simpatizantes populares recuperaron la ilusión durante unas horas y pensaron que su dios había despertado del letargo de tres años y medio de gestión contra la crisis económica. Al fin había una táctica, aunque esta fuera tan simple como disfrazar de demonio al adversario electoral y colocar una coleta postiza al político del peinado perfecto, de la camisa blanca y de la voz sólida.

La nueva estrategia del dios Rajoy consiste en radicalizar al PSOE como tantas veces intentó hacer con Zapatero con infausto éxito. Radicalizar al adversario para movilizar al electorado más fiel al PP a través del miedo y el temor a la izquierda. La táctica siempre funciona pero no siempre es suficiente. Esperanza Aguirre basó su campaña al Ayuntamiento de Madrid en el pánico a Podemos y su candidata Manuela Carmena va a ser la nueva alcaldesa. Rajoy parece haber tomado nota del fracaso de Aguirre y, de momento, prefiere atacar a Pedro Sánchez en vez de a Pablo Iglesias. Mete a los dos en el mismo saco del extremismo. Está bien para empujar al PSOE al rincón de los radicales y dejar libre la centralidad para el PP, de no ser porque ahora hay un nuevo partido que pesca en esas aguas con parábolas modernas que atraen a las masas.

El dios de la montaña del poder va a tener que bajar una y otra vez a la ladera de la contienda política hasta que lleguen las elecciones generales. Va a tener que inventar una frase original y certera cada semana para captar la atención del público y recuperar la confianza de quienes admiraron su proyecto en el pasado. Sus tablas de la ley de la estabilidad presupuestaria y la reforma laboral convencen a muy pocos a estas alturas, a pesar de sus buenos resultados económicos. La gente ha encontrado otros becerros de oro a los que adorar mientras se sentía abandonada por la escasez de apariciones marianas. Exagerar el peligro a que la izquierda vuelva a gobernar puede ser un error en un país donde el 62% de la población declara ante el CIS su ideología progresista y donde los partidos que representan ese discurso acaban de cosechar el 49% de los votos en ciudades supuestamente conservadoras como Madrid o Valencia.

Los discípulos del dios Rajoy han comenzado a replicar la crítica a Pedro Sánchez como quien imita frente al espejo a un boxeador. No hay que descartar que alguno se le escape la mano y acabe con el puño ensangrentado. Rajoy ataca al PSOE para colocarle contra las cuerdas y obligarle a elegir. Es el mismo objetivo que tiene Pablo Iglesias desde hace un año, cuando dijo que la siguiente legislatura Pedro Sánchez tendría que escoger entre hacer presidente a Mariano Rajoy o a él. Sin duda el voto del miedo decidirá las próximas elecciones generales. Pero esta vez hay dos rechazos posibles. A menos PSOE, como pretende Rajoy, habrá más Podemos y en consecuencia más voto útil para el PP. En cambio, si el PP sigue cayendo en barrena la alternativa de Pedro Sánchez parecerá más real hasta tener opciones de ganar los comicios. Eso es justo lo que el dios recién descendido de la montaña intenta evitar. Aunque en vez de alentar el miedo al demonio debería predicar más para que sus partidarios recuperen la fe en las siglas del PP.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito