ANÁLISIS DE SOCIEDAD
Raro, raro, raro
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad03-06-2015
A veces las palabras no significan lo que creemos y, sin darnos cuenta, cuando las utilizamos para referirnos a una realidad resulta que damos en el clavo. Es lo que ocurre con el adjetivo "raro". Es más, después de escribir estas líneas le voy a coger tanto cariño que le voy a adoptar como adjetivo sustantivado de compañía ¿Quién para entonces no querrá ser "la rara"?
Pensamos, por eso de pensar mal y acertar quedándonos con lo negativo, que raro es el friki, el inadaptado y el oscuro más allá del atípico. Pero, según como marcha el mundo, a este paso es raro como un mirlo blanco el responsable, el legalista, el coherente, el valiente, el constante, el íntegro (siempre con asteriscos y notas a pie de página, porque el ser humano es humanamente imperfecto).
Si no, repasemos las cuatro primeras acepciones del diccionario o las portadas de los periódicos. De cualquier día, poco más da. Aquí van algunas pinceladas de lo primero: Raro es el que se comporta de un modo inhabitual; el extraordinario, poco común o frecuente; el escaso en su clase o especie y el insigne, sobresaliente o excelente en su línea. Luego viene esa definición más negativa con la que comúnmente nos referimos a los raros: extravagantes de genio o de comportamiento y propensos a singularizarse. Aunque, si se quiere, esto último no tiene porqué ser negativo...
Tenemos raros entre quienes luchan contra el Ébola en África, pues hacen lo que pocos harían, más a riesgo de su vida
Así, tenemos raros entre quienes luchan contra el Ébola en África, pues hacen lo que pocos harían, más a riesgo de su vida. Ellos, desde la clarificadora perspectiva de la humanidad siempre lo dicen: no son héroes. Y es verdad: no hacen más que lo que podríamos hacer los demás. Tampoco lo son los voluntarios de las ONG, los misioneros, los científicos y los estudiosos. Y según va la vida, quienes adquieren un compromiso con ánimo de ser para siempre y se casan (ya no digo por la Iglesia).
También tenemos raros entre quienes no cumplen los cánones estéticos de una era plastificada por la imagen y las campañas de publicidad (que levante la mano quien los cumpla). Y hasta nos atrevemos a desechar a quien previsiblemente no tendrá un físico perfecto para que no sea el raro... Y, eso, si me permiten, no es raro, raro, raro. Es una injusticia inhumana.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo