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SIN CONCESIONES

Renovarse o morir

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión04-06-2015

El fútbol y la política levantan en España casi las mismas pasiones. Sin embargo, a la hora de depurar responsabilidades aplican varas de medir diametralmente opuestas. En el fútbol, un equipo pierde tres partidos seguidos y ponen al entrenador de patitas en la calle. En la política, pierdes dos elecciones generales y aguantas hasta ganar a la tercera. En el fútbol, ganas en medio año una Liga de Campeones, una Supercopa y el Mundialito de Clubes y al cabo de cinco meses rescinden tu contrato. En la política, pierdes más de la mitad del poder territorial en un domingo y no pasa nada. En el fútbol, quien no gana parece obligado a renovarse de arriba a abajo. En la política, la renovación es lo que debe hacer el adversario, el otro, aquel de enfrente.

En la empresa hay otro principio similar al de renovarse o morir. Dice algo así: cuando un método conduce al fracaso hay que cambiarlo o nunca llegarán los buenos resultados. Si Mariano Rajoy alguna vez tuvo un coach debería haber aprendido esta máxima en la consecución de objetivos. Palmó 6 millones de votos en las elecciones europeas y aún así sacó pecho por haber ganado al PSOE. Vio cómo el PP caía en las encuestas y se limitó a nombrar un portavoz adjunto en el partido y en La Moncloa. Perdió las elecciones andaluzas y adujo que el contexto político en esa comunidad es muy adverso para su formación. Ahora está reflexionando lo que no reflexionó durante un año y anuncia cambios en un Gobierno plagado de amigos que no alzan la voz en su contra y en un partido repleto de dirigentes que hace bastante tiempo se sienten desahuciados de liderazgo, de discurso y de acción política. Si Rajoy hubiera prestado mayor atención a estas dos claves, no tendría los problemas actuales.

Rajoy no tendría los problemas actuales si hubiera prestado más atención al discurso y la acción política
Rajoy nunca olvida y siempre toma nota. Lo sé y me consta a conciencia. Prefiere adoptar con calma las decisiones difíciles. Cuando está en juego el futuro de un compañero, lo piensa mil veces y sufre horrores por temor a equivocarse. Hace un año dijo haber tomado nota del enorme retroceso sufrido en las europeas. Lo dijo y poco más. Prueba de ello es que el PP lanzó una ofensiva de dos meses contra Podemos y después dio marcha atrás. Aún no sabemos si fue inducido por los diagnósticos generalmente fallidos y siempre oportunistas del gurú Pedro Arriola o por iniciativa propia de la cúpula del partido, que en cuatro años apenas ha recibido indicaciones claras, directas y precisas del líder. Lo digo tal y como lo dicen quienes tienen la sensación de ir dando tumbos por la ausencia de un jefe. La primera, y casi única, preocupación de Rajoy en todos estos años ha sido la economía. El resto es secundario para él. Lo que otros llaman política, en su opinión, es "hacer cositas a corto plazo" que merecen su mayor desprecio.

El presidente del Gobierno ganó las elecciones de 2011 gracias a la crisis económica y pensó que la recuperación de España le regalaría otro triunfo en 2015. Suena increíble pero se equivocó. Con el auge de Podemos pensó que el PP tendría más fácil retener a sus votantes desencantados por el miedo a un partido casi antisistema. Parece que también se equivocó (y yo con él). Así que ahora está metafóricamente desnudo ante los ciudadanos y en apariencia sociológica hundido a menos de seis meses para las elecciones generales. Es su peor momento desde el Congreso Nacional del PP en 2008. Entonces parecía un cadáver político después de dos derrotas consecutivas frente a Zapatero y, sobre todo, por las dudas que generaba dentro de su propio partido. Sin embargo, sobrevivió. Rajoy vio peligrar su cabeza y optó por servir en bandeja de plata la de sus principales valedores. Cesó a Ángel Acebes y Eduardo Zaplana para nombrar a María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría. Renovó las segundas filas mientras él permanecía al frente. Ahora, sin llegar a tanto, optará por un cambio cosmético sin tocar las políticas que le han distanciado de la calle ni el discurso sin sentimiento que le hace parecer frío y arrogante. Como gran aficionado al fútbol, la estrategia se asemeja a la habitual de Florentino Pérez. Cuando arrecian los problemas: un fichaje novedoso o un cambio de entrenador. Nada debe cambiar hasta que el líder está en tela de juicio. Entonces todo es susceptible de cambios con tal de conseguir que no cambie el único importante.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito