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ANÁLISIS DE LA SEMANA

Mujeres

Fotografía

Por Almudena Hernández PérezTiempo de lectura2 min
Sociedad08-09-2002

Al mundo le llama la atención las mujeres guapas, los mismos cuerpos diez cuyas mentes once y corazones doce que ahora se han sublevado contra la injusticia. Varias candidatas a Miss Mundo no acudirán a Nigeria como forma de protesta por la condena a muerte de Amina Lawal que, casualidades de la vida, es una mujer del montón en un país en el que se juzga con la ley islámica sharía. Si nadie lo remedia morirá cuando haya criado a su hija. Ser mujer es complicado. Algunas veces hay que aguantar muchos golpes que proceden de las manos de quien más quieren. En otras ocasiones deben elegir entre el ascenso profesional y la familia, buscar niñera o trabajo… Muchas madres, no todas, saben que educar a un hijo no significa protegerlo hasta dejarlo sin libertad. Cuidar de un hijo implica también enseñarle que la vida merece la pena, pero hay que tener cuidado con ella. La vida es una rosa, y las rosas tienen espinas. Hace cinco años murió una mujer de esas de las de bandera y no precisamente por su apariencia física, pues más que cuerpo diez, lo que era Madre Teresa era un bellezón de alma de esos que quitan el hipo, una MUJER con mayúsculas. El aniversario de su fallecimiento ha hecho que el mundo mire por una rendija a la India, a un hospital de Calcuta, ciudad en la que tantas horas ella gastó desviviéndose por dar un poquito más de vida y alegría a los demás. En ese hospital han muerto 20 niños en cuatro días. “El niño antes que el árbol”, se atrevió a escribir otra dama que andará por allá arriba. Pero nada, ni una cosa ni la otra. Hay muchos Calcutas en el mundo donde la carencia de todo llena los grandes vacíos de muerte. Ni niños ni árboles. Al mundo que celebra esta semana el aniversario del ataque al ego –parecen haberse olvidado los muertos- no le interesa ni el niño ni el medio ambiente. Una pregunta –con sumo respeto-, ¿sería más justo un hipotético mundo gobernado por mujeres? Dicen que Gloria Fuertes bebía demasiado, pero sus verdades son más grandes que muchas resacas. Y, además, adoraba a los niños.

Fotografía de Almudena Hernández Pérez