Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

ANÁLISIS DE SOCIEDAD

Un mar de lágrimas

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura1 min
Sociedad22-04-2015

Los tanatorios se han convertido en ese lugar inodoro, incoloro e insípido donde la muerte es una invitada anecdótica. Este mundo en el que vivimos apenas nos deja tiempo para llorar a los seres queridos en condiciones, no con el luto exagerado y casi fariseo de antaño, sino con el duelo necesario que implica asimilar la muerte como una compañera de viaje que también explica muchas cosas de la propia existencia.

Todos los días, en todo momento, mientras vivimos, morimos un poco. Como también viven los que murieron en la memoria de quienes respiramos y pesamos 21 gramos más, el supuesto gramaje del alma en el que todo ser humano coincide al pasar por la báscula antes y después del momento "M".

Pero hay muertes y muertes y, por lo visto, muertos y muertos. "Nuestras vidas son los ríos que van a parar a la mar", escribió el clásico. Y el Mar Nuestro ("Marenostrum" romano-Mediterráneo actual) de cada día está inundado de vidas. Vidas que parecen no ser de nadie, que parece que a nadie importan y que los noticiarios apenas pueden ilustrar con el llanto amargo de alguien que llore por ellas. Son cientos, miles, de vidas truncadas por la esperanza contradictoria de sobrevivir. Una catástrofe. Un drama. Una vergüenza. Un despropósito político y de las organizaciones internacionales. Como en todo, querer es poder.

El Mediterráneo es un mar de lágrimas. Ríos de lágrimas que van a parar a la mar. Lágrimas saladas y amargas de niños, mujeres, hombres, musulmanes y cristianos, que tratan de cruzar el mar para buscar en Europa un trozo de pan y, sobre todo, una tierra de paz. ¿Quién no lo haría?

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo