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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

Mediterráneo, el nuevo cementerio de Europa

Fotografía

Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura4 min
Internacional20-04-2015

Los europeos tienen dos problemas que son muy evidentes y que, además, están relacionados. Por un lado, solo se miran el ombligo. Por otro, están inmunizados ante las tragedias que ocurren lejos. La cuestión es que el término "lejos" es relativo. Lo que para unos es lejos para otros no lo es tanto, o, incluso, está cerca.

Solo esta concepción puede ayudar a entender cómo Europa se lleva las manos a la cabeza con el atentado al semanario francés Chralie Hebdo (en el que murieron diez personas) y, sin embargo, casi no presta atención a otro ataque similar en el que asesinaron a decenas de jóvenes estudiantes cristianos. Ambos fueron atentados terroristas, pero claro, uno tuvo lugar en el corazón de la emblemática París, y el otro ocurrió en Kenia.

De la misma manera, esta actitud egocéntrica y egoísta se manifiesta en lo que está ocurriendo frente a las costas italianas. El Mediterráneo se está convirtiendo en el nuevo cementerio de Europa. Sus aguas engullen, año tras año, la vida de miles de personas que huyen del horror de la guerra o de la pobreza. Muchos proceden de países como Libia, Argelia, Túnez, Egipto, Siria o del África subsahariana, y no les queda más remedio que ponerse en manos de mafias que únicamente buscan enriquecerse. Solo en estos primeros cuatro meses de 2015, se estima que ya hay más de mil fallecidos oficiales (y los que se habrán quedado sin contabilizar).

Como los cadáveres se los traga el mar, no generan mal olor ni se ven, así que... a dedicarse a otras cosas más mundanas
Aun así, los europeos no le están prestando la suficiente atención. Claro, los náufragos son considerados muertos de segunda. Además, como los cadáveres se los traga el mar, no generan mal olor ni se ven, así que... a dedicarse a otras cosas más mundanas. Sería curioso saber qué pensarían todos aquellos que hacen cruceros por el Mediterráneo si durante la travesía se les dijera que están navegando sobre miles de cadáveres. Posiblemente, muchos no lo sabrían, a otros les daría igual y más de uno se sobrecogería por la situación y por estar tan cerca de la tragedia.

Sí, esta catástrofe se encuentra próxima, aunque no lo parezca. La distancia entre la costa africana e Italia no supera los 200 kilómetros, pero el mar crea una barrera en el subconsciente que hace creer que todo se halla más lejos de lo que realmente está. Y este problema no solo afecta a Italia. Los burócratas del Norte han de prestar más atención a lo que ocurre en el Sur. La Unión Europea tiene que pasar de las palabras a los hechos, implicarse y demostrar que es algo más que una unión económica.

La solución es muy compleja porque ha de incluir medidas interrelacionadas, en diferentes ámbitos, que sean lo suficientemente efectivas para que funcionen en su conjunto. La principal de ellas es salvar vidas a la deriva. También es necesario instaurar servicios de acogida para aquellos que alcanzan las costas comunitarias. Aun así, es obligatorio proteger las fronteras y establecer mecanismos de control porque ningún territorio es capaz de acoger una inmigración masiva e incontrolada sin que esta suponga un riesgo para los que están y para los que llegan.

La UE debe pasar de las palabras a los hechos y demostrar que es algo más que una unión económica
Otras medidas, más difíciles de aplicar, se centran en los países de origen. Habría que colaborar con las autoridades locales para combatir a las mafias que trafican con seres humanos. Sin embargo, a esta ardua labor se suma la complejidad que existe para saber quiénes están legitimados para contribuir a esta misión conjunta, debido a los problemas internos de los países emisores.

Habrá que ver cuántos muertos más tienen que registrarse para que las autoridades comunitarias y la población europea sean conscientes de la gravedad del problema. Soluciones hay, pero es necesario implicarse a fondo, salir de la zona de confort y hacer sacrificios. Lo que no se puede hacer es quedarse parado y mirar para otro lado.

Fotografía de Isaac Á. Calvo

Isaac Á. Calvo

Licenciado en Periodismo

Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación

Editor del Grupo AGD