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ANÁLISIS DE CULTURA

Descamisados que no Monedero

Fotografía

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura2 min
Cultura03-02-2015

Diría que Antonio Machado despierta las sensaciones del caminante españolito. Entre una España que muere y otra que bosteza, y da igual que los versos se escriban hace cincuenta años o el sábado pasado, que este país se lucirá siempre entre dos orillas, y las dos queman igual, pero atraen más los que se sitúan en una u otra, y los que se quedan en el centro se los lleva la corriente del río.

 Los olmos están secos cuando la sequía arrecia, pero a veces duele más la falta de ideas que de lluvia, porque del calentamiento global al final siempre salimos de una u otra manera, pero para la escasez mental no hay protocolos de Kioto que valgan.

 ¡Cuánta gente, cuánta gente 
por campiñas y por vegas! Ni el rexurdimiento gallego de Rosalía de Castro tendría tanto afán de empapar el alma meiga, y española, que perdida entre el oso y el madroño aparece entre alusiones moradas, azul y blanco, banderas de otras épocas. Mucha gente mayor, porque los jóvenes se levantan tarde, o prefieren debatir sobre cómo cambiar España, porque entonar versos enamoradizos quedan muy bien en las primeras citas, pero después queremos más.

 Por eso ese espíritu de cambio nacido entre paredes ensangrentadas de rojo de spray gambitero y rebelde, de olor tan nauseabundo como engatusador, ya huele a rancio, del que sólo enamora a gente mayor que espera encontrar en la plaza más importante del imponente Madrid vientos de un invierno del siglo pasado.

 Y sí, el 2 de mayo de 1808 esa misma plaza se llenó de enamorados sin ser San Valentín, pero dudo mucho que el Gobierno de Mariano Rajoy, o en el peor de los casos el de Angela Merkel, se parezcan un ápice a las fuerzas napoleónicas de aquel año, salvo por ser ocupantes tolerados. Del Motín de Aranjuez sólo queda una representación anual que por cierto embelesa todos los sentidos, en el Palacio Real exposiciones y una cola de japoneses que los jueves rodea el edificio como hormigas, y hoy las preocupaciones son otras. Siempre se ha dicho que las comparaciones son odiosas.

 Imagino con poca esperanza una insurrección armada aunque algunos lo quisieran, porque hoy las guerras se libran en Occidente más con las teclas que con la pólvora. “Hacia la esquina de la calle de Milaneses, frente a la Cava de San Miguel, presencié el primer choque del pueblo con los invasores, porque habiendo aparecido como una veintena de franceses que acudían a incorporarse a sus regimientos, fueron atacados de improviso por una cuadrilla de mujeres ayudadas por media docena de hombres". O el Gabriel de Araceli narrado por Pérez Galdós en aquellos Episodios nacionales. Marchas que no se prepararon con meses de antelación, sino que con rabia llevaron a la gente a las calles. Los guiones televisivos por entonces no existían. La carga de los mamelucos de Goya tiene poco que ver con el aire descamisado de Monedero.

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press