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SIN CONCESIONES

El federalismo como solución

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión09-12-2014

Encendí la radio y me quedé prendado con aquella voz grave, de ultratumba, como resucitada de otra época. Escuché su acento andaluz, con ese tono socarrón y resabiado. Sus palabras sonaban vigentes pese a proceder de otro tiempo. Pepa Bueno le regalaba el micrófono para que se explayara. No le interrumpía. No le atosigaba. No le preguntaba siquiera porque sus frases parecían extraídas directamente de la enciclopedia. Cuando alguien habla con semejante soltura y sabiduría el periodista debe callar. Escuchar y aprender. La entrevista a Alfonso Guerra me cautivó hace pocas semanas por un titular cristalino: "El Estado de las Autonomías es un estado federal, en muchos aspectos, más avanzado en su descentralización que los estados federales más conocidos. No cabe mucha más descentralización". Ahí queda eso. En cuatro décadas de intensa dedicación a la política el sevillano acumula tantas frases célebres que esta última debería pasar desapercibida. Cuando era el vicepresidenta del Gobierno de Felipe González acaparaba el protagonismo. Tras abandonar la primera fila, sus dardos seguían clavándose en el centro de la diana de turno. Sin embargo, esta frase adquiere máxima trascendencia por su momento y por su calado. Que un dirigente socialista renuncie al federalismo parece casi un milagro. Que lo haga al cabo de casi medio siglo recuerda a cuando el apostol San Pablo cayó del caballo. Alfonso Guerra no es cualquiera al disertar sobre la configuración del Estado. Es el presidente de la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados. Es el único parlamentario que permanece en el escaño desde la Transición y justo ahora va a renunciar al privilegio que los ciudadanos le han otorgado durante once legislaturas consecutivas. Alfonso Guerra participó en las negociaciones de la Constitución de 1978, como bien explica en esta entrevista de la Cadena Ser. Entonces peleó para que España tuviera una configuración federal. Lo hizo en fondo y en forma. Triunfó en lo primero a la vista del desarrollo del Estado de las Autonomías. Fracasó en lo segundo pero en el ocaso de su vida política no se aferra al fetichismo de una palabra que nada significa. El federalismo forma parte de la idiosincrasia del PSOE como antaño sucedió con la clase obrera pero algunos como Guerra han abierto los ojos a la realidad. Es un gesto sincero, propio quizás de la libertad absoluta de quien hace balance mientras pone fin a su vida profesional. El federalismo no tiene sentido como bandera porque ha quedado demostrado que el sistema autonómico puede ser incluso más descentralizado. Mientras tanto, el PSOE con nuevo líder y nuevo proyecto sigue preso de las ideas antiguas de siempre. Promover el federalismo en 1978 era una cuestión de creencias. Defenderlo como Zapatero en 2006 olía a rancio. Pero en 2014 carece de sentido y los datos lo demuestran. El 34% del gasto público de España procede de las comunidades autónomas y el Gobierno central apenas aporta el 22%, excluida la Seguridad Social. Esto significa que los gobiernos regionales reparten más dinero que La Moncloa y, además, gestionan dos competencias trascendentales como la sanidad y la educación. Así se entiende muchísimo mejor la frase lapidaria de Alfonso Guerra: "El Estado de las Autonomías es un estado federal, en muchos aspectos, más avanzado en su descentralización que los estados federales más conocidos. No cabe mucha más descentralización". La Constitución puede reformarse, por supuesto. Pero si el objetivo es un sistema federal me uno a la tesis de Alfonso Guerra. Si el motivo es aplacar a los nacionalistas, más vale no pecar de ingenuos. Quienes sueñan con la independencia no cesarán en su afán y mucho menos con un placebo como el federalismo, en cualquiera de sus formas. La asimetría entre comunidades que promueven algunos sería todavía más letal para España, pues consagraría la existencia de regiones de primera y de segunda que, por desgracia, en menor medida, ya existe. Si hay que reformar la Constitución, que se reforme con la rapidez del verano de 2011. Pero que sea para algo preciso, consensuado y duradero. Abrir en canal la Carta Magna para frenar el desvarío de Artur Mas sólo empujaría a todos hacia el abismo. El Gobierno de Mariano Rajoy lo tiene claro y Alfonso Guerra también. Casi nunca en cuatro décadas coincidieron estos dos políticos. Si ahora están de acuerdo es que resulta muy evidente.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito