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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Gran Hermano en el Bernabéu

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España08-12-2014

El Real Madrid va a expulsar de su estadio a 17 aficionados por iniciar desde la grada los gritos de “Messi subnormal” y “Puta Cataluña”. El mundo del fútbol ha decidido que no se conforma con combatir la violencia fuera de los estadios, sino que también luchará contra lo que denomina violencia verbal. Se parte de la premisa errónea de que se empieza con un insulto al rival y se acaba tirándole una botella y después lanzándole a un río. De la muerte de Jimmy sólo se puede considerar responsables a los asesinos que le reventaron. Pero es cierto que fallaron una serie de protocolos de seguridad facilitando involuntariamente ese desgraciado desenlace. Y el resultado parece una carrera por lavarse la conciencia en la que nadie quiere quedarse atrás. Pretender ser más papistas que el Papa y generar un problema donde no lo había. Porque una cosa es tomar medidas para que los cafres no se maten y otra meterse a construir una sociedad mejor empezando nada menos que por los estadios. Se anuncian todo tipo de medidas ejemplarizantes. Pérdida de puntos o incluso descensos de categoría de equipos por lo que suceda en la grada de sus estadios. El balón, los futbolistas quedan desplazados a un segundo plano, supeditados a la educación de sus seguidores. A un club le va a acabar dando más puntos gastarse el dinero en reeducar a sus socios que en fichar al último crack del balón. La legislación actual ya contempla sanciones para combatir expresiones lamentables como la de imitar el sonido del mono en actitud racista contra jugadores negros. La sensibilización social contra ese tipo de gestos ha hecho que prácticamente hayan desaparecido de los estadios. Pero ahora el debate de la violencia en el fútbol parece haber empujado a los clubes a ir más allá y adentrarse en un camino que nadie sabe a dónde conduce. No puede ser lo mismo imitar el sonido del mono de forma sistemática que acordarse del eterno rival en actitud poco amistosa o de la madre de un árbitro que te acaba de anular un gol. La pregunta es dónde está el límite y, sobre todo, quién lo fija. ¿Es la ley contra la violencia en el deporte? ¿la Liga? ¿el criterio de los propios clubes? En ese caso, ¿expulsará el Barcelona a quien grite “puta España”? ¿Se echará a quien grite eso de “ETA mátalos” que se escucha en San Mamés, Anoeta o El Sadar? ¿Pueden los clubes negar el acceso a un estadio a alguien por insultar? ¿Basta con el derecho de admisión o debe ser un juez quien tenga la última palabra? Nada está claro, pero lo cierto es que los clubes ya están empezando a aligerar de sus gradas a aficionados. El insulto es algo tan consustancial en un campo de fútbol como el aplauso. Lo próximo será negar una entrada a quien no recicle, no haya leído a Dostoievsky o engañe a su mujer. Como muchas otras veces se pretende un exceso de control convirtiendo los estadios en un Gran Hermano de lo políticamente correcto donde los aficionados acabarán burlando las cámaras cubriéndose la boca con la mano como hacen los jugadores cuando no quieren que les lean los labios. Si lo que se castiga es el insulto, ¿por qué sólo se expulsa a los 17 iniciadores del grito y no a todos los que se dejaron arrastrar? ¿Se castiga el insulto orquestado o también el individual aislado? Si de lo que se trata es de construir una sociedad mejor ¿será agravante insultar cuando se tenga a un niño en la butaca de al lado? Si esto se consolida, los clubes tendrán que repartir con la entrada una octavilla con las palabras prohibidas. Y cada equipo tendrá la suya. ¿Y si mañana es Cristiano Ronaldo el que se calienta con un defensa y le llama subnormal? ¿También le va a expulsar el Madrid fuera del estadio? ¿No sería el mismo insulto el de Ronaldo que el de los 17 aficionados? ¿No sería lo mismo el defensa insultado que Messi o los subnormales? El buenismo se nos está yendo de las manos.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio