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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

El contagio del verano

Fotografía  (©foto: )

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad03-09-2014

Ha sido contagioso. Ha corrido como la pólvora. La buena imagen que provoca la solidaridad, acompañada de una idea rompedora y sencilla, ha asegurado el triunfo de la campaña a favor de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Sí, la de los cubos de agua helada por la cabeza, cuestión aparte que todos los que se han mojado para tener su minuto de gloria se hayan rascado también el bolsillo para donar dinero para investigar sobre esta enfermedad que provoca a quienes la padecen una sensación similar a la de mojarse con agua fría. La investigación, en los tiempos que corren, sí que está congelada. Sólo hay que ver cómo en las últimas semanas se ha impulsado la que busca un tratamiento para el ébola. Los recortes, sí, pero también la falta de ganas por mover un dedo. África debe de quedar muy lejos y, visto lo visto ahora también con lo del ébola, importa un bledo. Aunque se han venido conociendo casos desde el mes de abril, ha habido que esperar a agosto para que los países occidentales se hayan sumado a frenar los contagios y a aplicar tratamientos experimentales. Parece que la muerte de africanos en remotas aldeas no merecía la pena ni una maldita recomendación de prevención de la Organización Mundial de la Salud, hasta que, claro, los enfermos han sido americanos o europeos. Ante todo ello no es extraño preguntarse para qué sirve la ONU y todos sus organismos satélites. Ahora llegan las prisas. Cuando se han superado los 1.500 fallecidos y los más de 2.600 diagnósticos. La enfermedad sigue siendo igual de letal (apenas puede curarse el diez por ciento de los contagiados) y sigue sin tener tratamiento. Pero los laboratorios han visto que ahora puede haber negocio y de repente se han lanzado a probar en humanos antídotos experimentales, mientras Occidente controla el movimiento de personas por tierra, mar y aire. El objetivo actual, dicen, es evitar que el ébola llegue a una gran ciudad mientras se cuentan afectados en más de sesenta puntos de Guinea, Sierra Leona, Libia, Nigeria y Congo, donde el personal sanitario apenas contaba con un miserable par de guantes para tratar a los enfermos. Está demostrado que para despertar a muchos de su inmovilismo hacen falta muchos cubos de agua fría.

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo