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EL REDCUADRO

Toros en la ciudad soñada

Fotografía

Por Antonio BurgosTiempo de lectura4 min
Opinión31-08-2014

Hay gente pá tó. Hasta para aburrirse en los toros, en estas tardes de corridas duras, con carteles baratos. No sé cómo se puede aburrir nadie en la plaza de Sevilla. Bueno, sí, lo sé: se aburren los que van a divertirse. Y no nos aburrimos nada los que vamos a soñar. A soñar con Sevilla, a idealizar Sevilla como una mujer amada, en ese espejo redondo y exacto del ruedo, como el de la desnuda Venus velazqueña, en el que la ciudad se refleja, se mira y nos deja que la contemplemos. Cada tarde vamos a los toros cumpliendo un rito antiguo. Parece que el tiempo no ha pasado, que la ciudad soñada sigue existiendo. Si el Domingo de Resurrección estrena Sevilla plaza de los toros, cada tarde de abono resucita una ciudad que ya no existe, medida, perfecta, dentro de canon. La plaza refleja una Sevilla que ya no existe. La ciudad de los olores, de los sonidos, del tacto perdidos. En la plaza de los toros todo es natural: no ha aparecido, gracias a Dios, ni el plástico, ni el acero inoxidable, ni el vidrio, ni horror alguno contemporáneo. Si algo ha sido curado de las heridas del tiempo, no ha habido deformación alguna ni moderno alguno se haya atrevido a dejar la cagadita de su genialidad, en plan de la vieja coplilla de los juegos infantiles de los niños del Arenal: «Por aquí pasó Pilatos/haciendo garabatos/con la mano izquierda». Por la plaza de los toros no ha pasado Pilatos haciendo garabatos con la mano izquierda, como ha pasado por El Salvador, como ha pasado por San Telmo, como ha pasado por la Plaza Nueva, como ha pasado por La Encarnación, como ha pasado por la Avenida, como ha pasado por la Plaza del Pan, como ha pasado por la Plaza de la Alfalfa, donde vivió El Espartero, a la que han dejado con los esterones de la memoria a media asta en los balcones del recuerdo. No creo que haya en toda Sevilla un monumento vivo tan bien cuidado y tan poco agredido como la Real Plaza de los Toros. Sí, podría ser la Catedral, como está usted pensando. Pero de la Expo a esta parte a la Catedral la han convertido en Parque Temático de sí misma, un museo con unas poquitas horas de culto al día, donde si no pasas por taquilla, no hay tu tía. En la plaza de los toros también hay un museo, pero han sabido delimitar claramente la parte de museo y la parte de coso histórico intacto. No han «tematizado» la plaza, que está como siempre estuvo, como tiene que estar, mientras que en el museo taurino han hecho todas las moderneces que han tenido por conveniente, incluida la colección completa de mamarrachos que son los carteles del abono de las últimas temporadas, rematada hogaño por el Cartel del Tebeo. Cuando hemos visto que a San Telmo, aun siendo monumento nacional, lo han vaciado por dentro enterito, lo de la plaza de los toros es para que le den a la Real Maestranza todas las medallas de las Bellas Artes habidas y por haber. Y después, el patrimonio inmaterial de los ritos de la plaza y su cumplimiento por el público que acude a presenciarlos. Si hay un público monumental es el de Sevilla. Un público al que los toreros le deberían levantar un monumento. - Anda que no tragamos ná... Por eso mismo. Fernando Cepeda matizaba en una entrevista con Micer Francisco Robles en la competencia algo importante sobre los monumentales silencios de Sevilla. Decía Cepeda que por un lado está el silencio respetuoso de los que saben y por otro el silencio ignorante de los que no tienen ni zorra idea y se callan para cumplir el tópico de los silencios. Hasta el de los ignorantes, según la cepediana teoría, es un silencio de respeto. Y los ritos. Es la única plaza del mundo donde sigue saliendo en el paseo un tiro de mulas para arrastrar unos caballos muertos que no existen desde antes de la guerra. Donde el cargo de alguacil pasa de padres a hijos. Donde la banda de música ejerce una crítica taurina instantánea, con su arranque ante un par de banderillas o el golpe de bombo en cuanto el toro desarma. Y al final, pero no lo último, el diario concierto de los vencejos, por lo que realmente algunos pagamos el abono, esa Real Orquesta Sinfónica de la Primavera: Vencejos del Arenal que en el ruedo azul del cielo torean al natural...

Fotografía de Antonio Burgos

Antonio Burgos

Columnista del diario ABC

Andaluz, sevillano y del Betis

** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor