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SIN CONCESIONES

Una chapuza Real

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión26-06-2014

Las mentiras tienen las patas muy cortas y por eso son de escaso recorrido. Ya advierte el refrán que antes se pilla a un mentiroso que a un cojo, por despacio que ande el que requiere ayuda de un bastón. Quien presume sin méritos y alardea en el vacío suele caerse en poco tiempo del pedestal imaginario en el que le colocan su ego y sus ganas de aparentar. Pues bien... ahora que ha pasado la proclamación del nuevo rey Felipe VI podemos contar ciertos detalles con total claridad. Algunos de los que corrieron los primeros días de junio a sacar pecho por sus conocimientos y gestión del momento histórico han acabado rozando el ridículo en tiempo récord. El Gobierno de Mariano Rajoy aseguró que tenía constancia de la decisión de abdicar del rey Juan Carlos desde tres meses antes del anuncio oficial. El presidente guardó el secreto de forma responsable, como correspondía, pero también como siempre hace aunque con ello traicione a sus más fieles colaboradores. Aún recuerdo la anécdota que un destacadísimo político del PP me contó cuando Zapatero intentó reformar la Constitución en 2005. El Consejo de Estado elaboró un informe que Rajoy recibió de forma privilegiada por ser el líder de la oposición. Lo leyó y lo guardó en un cajón sin siquiera comentarlo con la persona encargada del asunto en su propio partido. Cuando el afectado, que se estaba volviendo loco, consiguió por su cuenta el dictamen de los expertos, apareció en el despacho del jefe con gesto de satisfacción y el taco de papeles bajo el brazo. La sonrisa tornó en lágrimas de inmediato e incluso sintió una puñalada en la espalda al ver que Rajoy tenía el documento desde hacía semanas, lo había leído y subrayado. Sin embargo, lo ocultó a su propio equipo, que estaba trabajando a ciegas y que perdió un tiempo precioso por el exceso de celo del gallego. Nada permite aclarar si con la abdicación del Rey sucedió algo parecido. La Casa Real asegura que Rafael Spottorno y Soraya Sáenz de Santamaría llevaban meses preparando el proceso y debemos creer que así fue. Pero no pondría la mano en el fuego ni un milímetro más allá. Un lacayo de la vicepresidenta, al que algunos promueven como posible ministro si algún día Rajoy se da un golpe en la cabeza y revoluciona su gabinete, nos contó a las 24 horas de conocerse la abdicación que llevaba un mes trabajando en el proceso. Lanzó el mensaje de que todo estaba atado y bien atado. Pero sólo era propaganda. Al final se han producido un cúmulo de despropósitos y chapuzas que han enturbiado lo que debería haber sido un capítulo glorioso de la Historia de España. Más de uno pagaría por ver la cara que se le quedó al alto cargo de La Moncloa con aires de futurible cuando un humilde periodista le alertó de que el aforamiento del Rey saliente corría prisa porque IU amenazaba con una ola de demandas judiciales. "Eso no es política seria", replicó ingenuo, como si la formación de Cayo Lara nos tuviera acostumbrados a gestos propios de estadistas y hombres de Estado. Abrumado, en apenas dos minutos planteó como solución un decreto ley express o una reforma en profundidad de la Ley Orgánica del Poder Judicial. No hay que ser un experto para entender que comparar ambas vías sería como formar un dueto musical entre Plácido Domingo y Paquirrín, que por mucho que cobre de DJ se queda en simple pinchadiscos de fiestas venidas a menos frente al talento internacionalmente reconocido del tenor madrileño y madridista. Al final el Gobierno ha optado por una chapuza monumental que consiste en aprobar a toda velocidad un par de enmiendas en leyes que nada tienen que ver con la Corona para blindar al anterior Rey en el Tribunal Supremo. Eso sí, con el voto en solitario del PP porque las meteduras de pata tienen un precio y nadie quiere poner su cara ante semejante dislate. Las cosas importantes deben hacerse bien y más en estos tiempos en los que la ciudadanía tiene la sensación de que los políticos hacen y deshacen a sus espaldas. Con cosas así hay motivos sobrados para pensar mal. No hablemos ya del caos monumental con las acreditaciones de prensa para la proclamación de Felipe VI, en las que La Moncloa se cargó la Marca España ante cientos de corresponsales extranjeros. Es imposible que todo estuviera pensado desde hace tres meses, cuando se enteró Rajoy. Ni siquiera se diseñó una hoja de ruta completa cuando el encargo llegó a la mesa de la vicepresidenta. Porque si así fuera el problema ya no sería solo de improvisación. Sería de falta de lógica, de sensatez, de orden, de transparencia y sobre todo de respeto por la institución más importante de España. Por suerte, el relevo al frente de la Corona ha resultado ejemplar, pero la letra pequeña del proceso deja mucho que desear por la improvisación y la falta de sentido común de determinados personajes.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito