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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Ponerse dignos

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura3 min
España19-05-2014

Demostrado queda. Los debates electorales en televisión sólo sirven para cagarla. Al menos tal y como se plantean en España. Hay más puesta en escena que fondo, que es lo que por definición se debe esperar de un debate. No hay intercambio de ideas o propuestas, sino una lectura por turnos de eslóganes precocinados. "Ustedes nos metieron en Iraq", "nosotros salvamos a España del rescate". Hits de la política tan repetitivos y antiguos como un estribillo veraniego de Georgie Dann. La consigna es no moverse un centímetro de lo que diga el asesor desde el rincón. ‎‎Es muy difícil que alguien gane por KO, siempre hay que ir a los puntos. Y en esas Valenciano, que iba con el cartel de aspirante, llevó a Cañete a su terreno hasta plantearle un incómodo combate (disculpen la resistencia a llamarlo debate). Con interrupciones, como uno de esos púgiles que se saben técnicamente inferiores y se abrazan constantemente a su rival para no dejarle desplegar sus movimientos. El caso es que a Cañete le deben ir más las moquetas de Bruselas que los focos de un plató, porque su rival le venció a los puntos. Aunque vista‎ la audiencia televisiva, tampoco se puede decir que sean efectivos a la hora de remover conciencias. Salvo que la cagues. Y eso es exactamente lo que hizo Cañete con el famoso comentario-disculpa-explicación-excusa- que acabó siendo un insulto vestido de falsa cortesía mal entendida. Encima al día siguiente. La estrategia de Valenciano para estas elecciones se antojaba un poco corta. Apelar a que la derecha es el lobo machista que castiga a las mujeres hasta dejarlas sin derechos. Eso admite cuanto menos algunos matices. Pero si el candidato rival va y se viste de hombre lobo, los matices se van al carajo. ‎ De pronto la campaña entra en una nueva dimensión. Justo en su recta final. Y la gente empieza a prestarle atención. O al menos el ratito que dure la polémica, que ya es mucho para lo insípida que estaba la cosa. La política se hace un hueco en las conversaciones cotidianas: "pues al final el Atleti no se desinfló y ha ganado la liga... oye, ¿te has enterado de lo que ha dicho el del PP?"/ "mira, yo no iba a votar a ninguno, pero ahora me lo estoy pensan‎do". Y de pronto parece que hay partido. Y las encuestas de ayer ya no sirven. Todo esto no ha sido por una propuesta de futuro ni por un discurso ilusionante sobre una nueva Europa (¿de eso se trata no?) La campaña se convierte en un examen sobre machismo por el que está obligado a pasar cualquier político. Lo más seguro es que el comentario se quede en nada. Que no provoque ningún vuelco electoral. Si la sociedad española vota en conciencia movida por un sentimiento en contra del machismo en Europa (¿de eso se trata no?), lo cierto es que le honra éticamente. Pero sería nuevo eso de que la gente calibre la integridad personal de sus políticos a la hora de votar. Y no sólo en lo referente al machismo. A la hora de la verdad, aquí importaba más el polideportivo, el aeropuerto o la subvención. Y qué más daba si al político de turno le gustaban los chistes machistas, hacer negocios con gobernantes dudosos o meter la mano en la caja, por poner ejemplos fácilmente reconocibles. Eran los años de fiesta. Si hubiese sido diferente, quizá otro gallo hubiese cantado. En España y en Europa. Pero oye, nunca es tarde para ponerse digno. No sólo contra el machismo.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio