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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

La normalidad como respuesta

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura3 min
Sociedad14-05-2014

Los niños que aún permanecen en esa etapa inocente de los ojos limpios y la lógica aplastante ponen en un aprieto a los adultos cuando no entienden ciertos aspectos de la realidad. Por ejemplo, no llegan a comprender que críos de pocos años más que ellos mueren en un accidente en la carretera, como ocurrió a varios chavales extremeños que hace unos días regresaban a su pueblo después de jugar al fútbol. Ocurre, pero no es normal que las personas mueran en plena adolescencia. Es una excepción. Y, aunque la curiosidad de los pequeños no llegue a las polémicas morbosas de las hipotéticas causas que pudieron provocar el siniestro (algunas investigaciones apuntan a que el conductor de la excavadora que pudo provocarlo había consumido drogas), y sus dedos no se conviertan en dardos inquisidores como los de los mayores en la búsqueda de responsabilidades con los datos que ofrece la prensa, precisamente los jueces adultos deberían reflexionar sobre sus contradicciones. No es normal, aunque ahí están los datos de la Dirección General de Tráfico que alerta de su aumento, que alguien que consuma drogas y alcohol se ponga al volante de un vehículo. Así que perdonen si aún algunos permanecemos con la lógica infantil de no entender aquella expresión de "¿Quién no se ha fumado un porrito alguna vez?", porque aún algunos seguimos siendo raros. Tampoco debería ser normal emborracharse, iniciarse con 13 años en las relaciones sexuales ni copiar en un examen. No todo el mundo lo hace. Pero ojo, que la rareza y la normalidad tienen unas fronteras tan permeables que ni los niños más curiosos atinan a establecer si no cuentan con la ayuda de unos principios firmes y bien asentados. No todo vale. Incluso, lo normal no es sinónimo de mayoritario ni de lo democrático en ocasiones; ni tampoco lo es lo bueno lo es de lo exótico o estridente. Hay críos que ponen cara de pez cuando se enteran de que los niños también nacen en parejas que no se casan; o los hay que montan un drama cuando se enteran que ese bebé que colocan el el Belén morirá crucificado. Son situaciones reales en las que las reacciones de los adultos dictan sentencia. En el primer caso, escucho, "hay que tratarlo con normalidad, sin darlo importancia"; en el segundo caso, el entorno del crío, alejado de las creencias religiosas pese a que el niño seguía la tradición navideña, engañó al pequeño con un "que no, tonto, que es una broma, que Jesucristo no muere en la cruz". Tan real como la vida misma. Serán cuestiones sin importancia, o que algunos nos escandalizamos a la mínima, pero tampoco es normal, ni justo, que una mujer barbuda gane un festival televisivo por el hecho de llamar la atención en Eurovisión. ¿Dónde queda el trabajo de otros intérpretes con mejor voz y preparación que, sin embargo, no participaron en una campaña de mercadotecnia? Se pueden entender las reivindicaciones del colectivo homosexual y, por supuesto, hay que respetar a quienes las defienden. Pero, seguro que estos días, muchos padres estarán ideando respuestas para salir del paso del cuestionario de sus curiosos pequeños. ¿Cómo será la respuesta atendiendo a unos principios mínimos? ¿De normalidad?

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo