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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

La seguridad es una sensación personal

Fotografía

Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura2 min
Internacional16-12-2013

La seguridad es una sensación personal e intransferible. En un lugar, el mismo día y a la misma hora, dos personas pueden experimentar percepciones distintas, simplemente observando lo que les rodea. Nadie puede garantizar una seguridad total, ni siquiera los mayores expertos, siempre queda un resquicio que supone un riesgo. Otra cosa es que ese resquicio sea aprovechado. Uno de los últimos ejemplos está en el funeral multitudinario a Nelson Mandela. Allí se dieron cita decenas de miles de personas y los principales líderes mundiales, entre ellos el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. El despliegue policial era impresionante y el perímetro de seguridad, kilométrico. Además, a ese dispositivo había que añadirle el propio servicio de protección que tiene cada mandatario. Todo estaba bajo control, o casi todo... A pesar de esos esfuerzos, a Obama de poco le hubiera servido contar con el bien entrenado Servicio Secreto estadounidense, con el avión Air Force One o con los poderosos vehículos blindados al servicio de la Casa Blanca. El presidente de Estados Unidos (y el resto de oradores) fue extremadamente vulnerable durante minutos y pudo ser atacado por el traductor al lenguaje de signos que estaba justo a su lado. Horas después se conoció que este intérprete no era tal, que tenía antecedentes policiales y que estuvo durante horas haciendo un paripé porque oía voces en su interior. Afortunadamente, a esta persona no le dio por ir contra Obama ni contra el resto de mandatarios que pronunciaron discursos junto a él. Es más, es muy probable que, pese a la evidente situación de riesgo, el presidente de Estados Unidos y su equipo se sintieran seguros. Y hablando de otro tipo de inseguridad, en este caso vinculada a las relaciones de pareja, mucho se ha comentado la actitud de Michelle Obama, primera dama estadounidense, en ese mismo funeral. El motivo, las risas y las fotos que su marido y el primer ministro británico, David Cameron, se estaban haciendo con la jefa del Gobierno danés, Helle Thorning-Schmidt, ante la mirada de todos. Muchos creen que el ostensible enfado de Michelle se debía a los celos. Nunca se sabrá con exactitud, pero es más lógico y probable pensar que la primera dama estaba afeando la conducta de su marido. Es importante saber estar y dar ejemplo, y el funeral del tan admirado Mandela no es el momento ni el lugar más adecuado para ese tipo de comportamientos.

Fotografía de Isaac Á. Calvo

Isaac Á. Calvo

Licenciado en Periodismo

Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación

Editor del Grupo AGD