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SIN CONCESIONES

Ignominia al Periodismo

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión02-12-2013

Míriam, Toñi y Desirée. Estos eran los nombres de las tres niñas raptadas, violadas, torturadas y asesinadas en noviembre de 1992. Tenían 14 y 15 años cuando dos desalmados acabaron con su vida. El crimen conmocionó a toda España porque estuvieron 75 días desaparecidas, hasta que encontraron sus cadáveres y las autopsias revelaron el calvario al que habían sido sometidas antes de morir. Nunca olvidaremos los nombres y los rostros de las pequeñas. Pero mucho menos debemos borrar de la memoria el de los responsables de semejante atrocidad. Son Antonio Anglés y Miguel Ricart. Uno se fugó antes de que las Fuerzas de Seguridad le detuvieran y aún permanece en paradero desconocido. El otro acaba de salir de prisión tras ser condenado a 170 años de cárcel y pasar apenas 21 cautivo. Queda en libertad tras cumplir con el Estado de Derecho, aunque no haya derecho a que pase en la cárcel el 12% de lo que dictaron los jueces. El problema no es que Miguel Ricart esté en la calle, aunque también. Ha cumplido con la ley, al menos con la que estaba en vigor cuando cometió los horribles asesinatos de 1992. De hecho, ha pasado más tiempo del debido en la cárcel porque los jueces le aplicaron la doctrina Parot hasta que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en Estrasburgo ha anulado su uso retroactivo. A nadie gusta que un criminal así u otros terroristas de ETA estén obteniendo la libertad. Es vergonzoso, sí. Resulta bochornoso, también. Pero no caben más piruetas legales para evitar el cumplimiento estricto de la ley. El triunfo de la democracia española y su Estado de Derecho siempre consistió en vencer a los terroristas desde la ley y sólo desde la ley, por muy débil que fuera y estuviera plagada de agujeros. Pedir atajos y subterfugios implicaría caer en el mismo error de los tiempos de la guerra sucia del GAL y supondría deslegitimar la batalla paciente de muchas víctimas, que siempre confiaron en los tribunales. Ahora que muchas de esas víctimas creen que la Justicia les da la espalda, es el momento de que el resto de la sociedad les demostremos cariño, amparo, apoyo, unidad, respaldo y solidaridad. El Gobierno, el Parlamento, quienes gobiernan y quienes están en la oposición, los organismos públicos y las empresas privadas, los ciudadanos de a pie, las autoridades... todos juntos con las víctimas en su dolor y en su protesta, aunque la reivindicación sea estéril a los ojos de la ley. Pero si alguien debe estar con las víctimas somos los periodistas y medios de comunicación, responsables del relato colectivo y constructores de la conciencia social en esta era de la información. Los periódicos, televisiones y radios tenemos la compleja y esencial misión de la pedagogía, lo cual exige una responsabilidad exponencial en nuestras actuaciones. Los periodistas levantamos mitos con una entrevista y promocionamos ideas con una simple noticia. Así que tenemos la obligación y el deber moral de ofrecer a la sociedad buenos ejemplos, que sirvan de espejo a imitar. Las víctimas, con su templanza y fe en la ley, son un referente perpetuo. En cambio, los asesinos, violadores y terroristas no merecen voz, ni siquiera para lavar su imagen con una falsa declaración de arrepentimiento. Por eso, lo que jamás debería hacer un medio de comunicación es pujar por la entrevista de un salvaje como Miguel Ricart, que raptó, violó, torturó y mató a sangre fría a Míriam, Toñi y Desirée. Ellas murieron con 14 y 15 años. Hoy tendrían 35 y 36. A su asesino le quedan todavía treinta o cuarenta años en libertad. Ellas no regresarán jamás. Dar voz en televisión a gentuza como Ricart sólo agrava el dolor de los padres de las niñas de Alcácer y sólo sirve para transmitir la sensación de que el Estado de Derecho ha salido derrotado, aunque no sea verdad. Entrevistar a escoria humana como Ricart convierte en escoria periodística a quienes gestionan, consiguen, pactan, diseñan, realizan e incluso pagan por esa entrevista. Es una ignominia al Periodismo que jamás debería producirse y que debería conllevar la expulsión permanente de esta profesión. El Periodismo nació para causas más limpias, más constructivas, más sociales y más esperanzadoras.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito