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ACHIQUE DE ESPACIOS

El sueño colectivo

Fotografía

Por Nacho García BarcoTiempo de lectura2 min
Deportes16-06-2002

El gol de Hernán Crespo no hizo más que ampliar la agonía. No había tiempo ni para alargar la ilusión de un país entero, aferrado a un simple juego para olvidar todo un mundo de tristezas, ni para reflotar el ánimo hundido de los futbolistas. Las mismas caras de derrota y frustración que habitaban en el banquillo argentino, ésas que reflejan toda la impotencia y desesperanza de lo que es imposible, de lo que se va para no volver, pudieron verse en el banquillo de España en el partido contra Irlanda. Lo bueno de un Mundial es que suele dejar para la historia imágenes más cercanas a la pena que a lo festivo. Es cierto que el gol de Maradona en 1986 o la alegría del joven Pelé en 1970 siempre son el referente de un campeonato del Mundo, pero que nadie olvide las lágrimas del Pelusa argentino en Italia 90, o las de Cruyff, Neeskens y el resto de los componentes de aquella magnífica naranja mecánica holandesa en Alemania 1974. Sin haber concluido aún el sorprendente Mundial 2002, ya tenemos imágenes para la videoteca de ese sueño colectivo que es un campeonato del Mundo. Argentinos cabizbajos y tristes a la sombra de un banquillo, franceses de lujo y diamantes dejando el trono, o kilos enteros de talento portugués regresando a casa en los baúles de la nada... A ese tren del fracaso ha estado a punto de subirse España en octavos de final. Hubiese sido demasiado cruel ver a Raúl claudicar de manera gratuita ante el empuje de los soldados irlandeses de McCarthy. Con la mirada perdida, la cara desencajada y un par de exabruptos en los labios, Raúl se cruzó, en esa zona de suplentes a la que no está acostumbrado, con el fantasma del adiós. De repente, y coincidiendo con el comienzo de la tanda de penalties, esbozó una tímida sonrisa. Entonces supo que no había por qué temer nada. Casillas hablaba el mismo idioma que él, el de los ganadores natos con talento para resistir. Unos minutos después Raúl y Casillas se fundieron en un abrazo y se prometieron no volver a sufrir en el siguiente asalto a ese sueño colectivo que es el Mundial de fútbol. El sueño más hermoso que dura noventa minutos, a veces ciento veinte y alguna tanda de penaltis.

Fotografía de Nacho García Barco