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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

Sonrisa pintada de carmín color dignidad

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad11-09-2013

Para que no tengan que pedir limosna en las calles; para que no den pena porque estén en desventaja; para que puedan leer poesía, escribir noticias y cartas de amor. Para que descifrar una partitura no sea una misión imposible. Para que puedan esquiar sobre la blancura de la nieve y jugar al fútbol porque saben a quién seguir o dónde está el balón. Para que sepan combinar los colores de su ropa y freír un huevo en la sartén sin quemarse. Para que planchen la camisa o comprueben la hora que es. Para que se maquillen los ojos y se pinten los labios. Para que la luz no se les apague en el ánimo y sepan por dónde y cuándo cruzar la calle. Para que un amigo peludo sea sus ojos de forma disciplinada. Para que puedan ir al teatro con su perro guía. O para que una multitud de viandantes se abra a su paso al ritmo del oleaje de su bastón blanco (a lo Moisés, pero sin agua salada ni milagros divinos). Para que puedan estudiar una carrera, independizarse de sus padres, reservar las vacaciones y hablar inglés. Para que, cuando están malitos, no confundan un analgésico con un laxante; o para que la sal sepa a sal y no a azúcar, el brick tenga leche cuando se quiere desayunar y no tomarse por error un buen trago de caldo de pescado. Para que puedan llevar una casa de forma independiente. Para que puedan votar sin que nadie se entere de su decisión. Para todo eso y mucho más trabaja la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE) desde hace tres cuartos de siglo, lo que la convierte en pionera en contribuir que las personas con discapacidad no encuentren tantas barreras y dificultades para vivir en sociedad. Por eso también el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, al margen de que la organización da empleo y asistencia a decenas de miles de personas (y su labor en pro de la calidad de vida de las personas con discapacidad supera las fronteras españolas), debe leerse en una clave bien distinta a la del frío institucionalismo. Detrás de las cuatro letras y de la venta de su popular cupón de la ONCE se albergan las esperanzas de personas cuyo talento no puede ser ninguneado por la sociedad del siglo XXI. Porque los ciegos saben y pueden hacer muchísimas cosas, como pintarse los labios para celebrar un galardón como el Príncipe de Asturias de la Concordia. Porque la ONCE “ha realzado la dignidad y calidad de vida promoviendo la integración social de miles de personas con discapacidad en España, sirviendo así de ejemplo a numerosas iniciativas internacionales que han seguido esta valiosa experiencia”, ha alegado el jurado del prestigioso reconocimiento. Por todo eso, enhorabuena y adelante. También ahora que es más amplia esa sonrisa pintada de carmín y del color de la dignidad.

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo