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ANÁLISIS DE INTERNACIONAL

Hay personas que disfrutan haciendo el mal

Fotografía

Por Isaac Á. CalvoTiempo de lectura2 min
Internacional13-05-2013

Hay personas que disfrutan haciendo el mal. No se sabe qué puede pasar por su cabeza o qué traumas han debido de sufrir para tener ese comportamiento, pero lamentablemente es así. Cuando parece que una noticia con una historia que lo demuestra es lo suficientemente fuerte, al poco tiempo se produce otra que supera la anterior. El mundo todavía tenía presente a la joven Natasha Kampusch, que en 2006 consiguió escapar después de estar cautiva durante ocho años en Austria. Sin embargo, la semana pasada una noticia similar, pero más cruel sacudió a la opinión pública. En Cleveland (Estados Unidos), un individuo llamado Ariel Castro había mantenido secuestradas durante una década a Amanda Berry, Michelle Knight y Gina DeJesús (privadas de libertad cuando tenían entre 14 y 20 años). En Cleveland, al igual que en el caso de Kampusch, la suerte y un descuido del captor permitieron la liberación de las rehenes. La investigación policial ha sacado a la luz las condiciones que sufrieron las mujeres: vejaciones, violaciones, abusos, abortos... También se empiezan a conocer detalles de vecinos que vieron cosas raras y que lo denunciaron a las autoridades, pero estas o no creyeron lo que oían o no hallaron motivos para actuar en profundidad. Es realmente sorprendente. Ariel Castro dice que él sufrió abusos cuando era niño, pero esto no es justificación para hacer el mal, con alevosía, y ensañándose durante tanto tiempo de forma despiadada. Berry, Knight y DeJesús van a necesitar muchísima ayuda para salir adelante y posiblemente las secuelas psicológicas sean insuperables. La Justicia tiene ahora que actuar y debe aplicar todo el peso de la ley, como castigo ejemplar. En casos como estos la reinserción del secuestrador no debería tener cabida porque los delitos son muy graves y continuados y la consternación es enorme. Que el criminal goce de permisos penitenciarios o disfrute de libertad con tercer grado a los pocos años de entrar en prisión (como ha pasado en países como España) es una humillación para las víctimas.

Fotografía de Isaac Á. Calvo

Isaac Á. Calvo

Licenciado en Periodismo

Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación

Editor del Grupo AGD