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ACHIQUE DE ESPACIOS

Dios se escribe con Z

Fotografía

Por Nacho García BarcoTiempo de lectura2 min
Deportes19-05-2002

Apenas habían pasado veinte minutos desde que acabó la final cuando Klauss Toppmöller, técnico del Leverkusen, con gesto de resignación y harto ya de perder, lanzó al aire la pregunta de la noche. Cansado de estar dando explicaciones a esa extraña tendencia a la derrota de su equipo, el bávaro no dudó en exclamar: "¡No sé quién será el dios del fútbol, que nos castiga de esta manera…!". A muy pocos metros, todavía sobre el césped, aún exhausto de gloria, se hallaba la respuesta. Ese dios, con la ilusión de un niño, se regocijaba entre la alegría del triunfo de su equipo. Allí abajo, ante el jolgorio de los hinchas, Zinedine Zidane sujetaba la Copa con una mano, mientras con la otra apuraba una botella de champán. Él era el dios que había maniatado las ilusiones del Bayer, él era el dios al que buscaba desesperadamente Toppmöller, aunque sólo fuese para preguntarle por qué. Pero Zizou estaba para otro tipo de respuestas, o quizá sólo para disfrutar. Poco antes del descanso se inventó un gol que pasará a la historia del fútbol. Lo primero que dejó el tanto que le valió al Madrid la novena Copa de Europa fue la técnica de golpeo. Imposible para cualquier otro futbolista de la tierra, Zidane se armó para contactar con un balón que caía del cielo, o sea, dificilísimo porque implicaba golpearlo muy arriba. Necesitó dos gestos, ambos acompasados por un movimiento de brazos clave. El primero, cual bailarina, para colocar el cuerpo y tomar contacto con el objetivo; el segundo, para cazar el esférico y colocarlo en la escuadra. Por su gran ejecución, Zidane ya sabía que terminaría en un final feliz. Tiró del español más conocido para decir por dos veces, a modo de celebración, un más que popular "¡Toma!" que le acerca si cabe, aún más, al gran público. Porque esa es la otra cara de este maravilloso jugador francés, que camina un peldaño por encima del resto, aunque su juego intermitente diga a veces lo contrario. Zidane es diferente: ha tenido que soportar críticas tales como que era perjudicial para el Madrid, que no valía lo pagado por él y demás vulgaridades. Zidane está por encima de eso. Su gol y su forma de ser le hacen diferente. Él es el dios que castigó al Bayer una noche de mayo, con un gol para siempre.

Fotografía de Nacho García Barco