Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

ANÁLISIS DE LA SEMANA

Morir II

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad05-05-2002

No es que la gente acostumbre a morir dos veces, a juzgar por el titular de este artículo, sino que hace falta plantearse el problema –o la realidad- de la muerte en más de una ocasión en la vida. Cuando la muerte se acerca al hombre –siempre está cerca- y éste la ve venir la quiere o la rechaza según sea su estado de sufrimiento, según los casos. Existen momentos en los que el hecho de morir entra en conflicto legal y moral, y no todo se reduce a la valentía o cobardía de quien quiera quitarse de en medio ni a los derechos de cada uno. La sociedad debe darse cuenta de que “la muerte es lo que da sentido a todo lo anterior", que la vida está explicada en aquello que viene después de su último momento más que en una bacteria descubierta en la profundidad del mar, en el eslabón perdido o en que gane el Real Madrid la Liga de Campeones. La muerte –aunque la palabra dé escalofríos a quien la pronuncia, la escribe o la lee, o al menos respeto- está siempre al lado de todo hombre, del que morirá asfixiado y también del lado de quienes dejarán de existir por una sobredosis, aunque no hay que exagerar. Para tener conciencia de que existe y es algo importante no basta con mirar las líneas de la palma de la mano, buscar señales en el cielo, ni pasarse por el anatómico forense ni esperar atemorizado a que llegue el apocalíptico final: hay que vivir. Con la perspectiva de la muerte la vida es distinta, tiene más razón de ser aunque en los momentos más duros el hombre piense todo lo contrario. La vida es más vida no precisamente y de forma exclusiva en el carpe diem, sino en la intensidad con que la llena su protagonista: el hombre. Vivir es muy difícil y muy bonito, más lo primero que lo segundo y viceversa, por lo que no hay que dejar pasar la oportunidad, se acaba. Para entonces, para ya, según sea más próximo o lejano ese momento, “que Dios nos pille confesados”, que diría aquél, o al menos, con una buena carga del deber cumplido y pesados paquetes de amor en la mochila. ¡Qué menos cuando la vida tiene explicación en quien la hace desaparecer y llega en cualquier momento! Por eso hay que pensar en ella al menos un par de veces en la vida.

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo