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IMPRESIONES

Qué hacer cuando te dan un premio

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión29-10-2012

Los premios nacionales, los Nobel, los Príncipe de Asturias… sean de organismos públicos o privados, fundaciones o empresas, son una forma de reconocer, promocionar y agradecer a una persona o institución su aportación en algún ámbito también de relevancia pública. El premiado puede reaccionar de diversas formas al tener noticia de haber recibido un premio. Se me ocurren, básicamente, tres respuestas distintas. Opción A: agradecerlo, aceptarlo y celebrarlo. Alguno pensará que no es una respuesta muy original, pero yo creo que ser original no consiste en hacer lo que nadie hace, sino en hacer lo que uno hace desde el fondo de la propia interioridad. Además, El modo en que agradecemos y aceptamos un reconocimiento público por nuestra propia labor es sin duda una oportunidad especialísima para mostrar nuestra originalidad. La celebración también tiene su sentido: es una forma de expresar la alegría entre personas e instituciones que comparten y promocionan un valor o una labor pública determinada. El discurso de Rafael Moneo al recibir el Príncipe de Asturias puede ser un buen ejemplo de esto. No puedo olvidar el que una vez encontré entre las páginas de un libro delicioso: el discurso de Albert Camus al recibir el Nobel de Literat ura. Es hermoso saber que esas grandes palabras no lo eran por ser públicas, sino que armonizaban con una actitud interior que también descubrimos en su intimidad: Camus escribió una carta a su profesor de Literatura del instituto, haciéndole partícipe del galardón que entonces recibía. Opción B: agradecerlo, aceptarlo y no celebrarlo. Quizá el ejemplo más sonado que puede ilustrar esta opción es la decisión de la madre Teresa de Calcuta. Parece ser que al principio pensó en rechazar el Nobel de la Paz, por no querer ponerse ella como ejemplo de nada. Luego, decidió aceptarlo con la esperanza de que aquello no le diera gloria a ella, sino a su causa, que es la de Dios. Agradeció el premio, lo aceptó y aprovechó su discurso para mostrar la originalidad desde la que ella entiende la paz. Por ser consecuente consigo misma y, en el fondo, con las razones por las cuales recibía el premio, pidió que no hubiera la celebración (cena) habitual, y que ese dinero se destinara a su fundación. Opción C: no aceptarlo. Es el caso, entre algunos otros, de Javier Marías ante el Nacional de Narrativa de 2012. La explicación que da en su comunicado para aclarar el tema no explica nada. Lo rechaza, dice, por ser coherente con su decisión de no aceptar premios de “una institución del Estado”, pero no explica el porqué de esa decisión. Al no hacerlo, deja que los demás interpreten sus actos, cometiendo, a mi juicio, la irresponsabilidad de delegar en otros el significado de sus propias acciones. Voy a morderme la lengua para no juzgar intenciones ajenas. Sí les animo a leer los enlaces que les propongo, con las palabras de Moneo, Camus y madre Teresa. Creo que retratan bastante bien la pretensión pública de cada uno de los premiados. Creo que verán grandeza humana y claridad de ideas en todos ellos. ¿Qué hicieron al recibir un premio? Aprovechar un reconocimiento público para regalarnos algo de sí mismos a todos nosotros. Luego, intenten encontrar algo parecido en el comunicado de Javier Marías.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach