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CREAR EN UNO MISMO

Nuestra amiga la tecnología

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura4 min
Opinión04-07-2012

Los debates sobre la bondad o maldad de las tecnologías gozan de buena salud, y parece que será así por largo tiempo. El caso es que, más allá de los interesantes descubrimientos científicos, muy puntuales, sobre cómo nos afectan cognitiva y socialmente las tecnologías, la mayoría de los debates tienen mucho de ideología, subjetividad y sentimentalismo. No obstante, entre tanto combate dialéctico, he encontrado algunas claves que paso a compartir con ustedes. En primer lugar, la tecnología no es ni buena ni mala. Buenos o malos son los usos que las diferentes personas –productores, usuarios, consumidores, etc.- hacen de ella. Ahora bien, eso no quiere decir que las tecnologías sean neutras o indiferentes. Usar una u otras tecnologías, para unas u otras cosas, durante más o menos tiempo, no es indiferente. Cada tecnología potencia o desarrolla en nosotros diversas formas de conocer la realidad, de valorarla y de relacionarnos con ella y con otras personas. Conviene cobrar conciencia de eso para acertar con la tecnología adecuada para cada ocasión y para formarnos en el uso adecuado –e invertir tiempos razonables- en diversas tecnologías, si es que queremos que nuestra relación con el mundo sea lo más variada y rica posible. En general, podemos definir las tecnologías como una extensión de nuestro cuerpo. Las más nuevas nos parecen ciertamente una extensión artificial; pero las más antiguas nos parecen tan naturales que podemos llegar a hacer el ridículo, como aquel chico que se preguntaba, sorprendido: “No entiendo por qué los franceses escriben fromage cuando se ve claramente que se escribe queso”. Aunque el hombre es un ser naturalmente locuaz, los idiomas son artificiales. Aunque a nuestros mayores les resulte natural el lápiz y artificial el teclado, lo cierto es que toda forma de escritura –ejecutada con el instrumento que sea- es artificial, y que un niño de cuatro años amplia las fotos del iPad con sencillez, y se enfada cuando trata de hacer lo mismo con una revista en papel couché y no lo consigue. Por ser extensión y potenciación de nuestro cuerpo, las tecnologías redefinen nuestra percepción de las dimensiones espacio y tiempo, de las mismas relaciones entre espacio y tiempo y de nuestro modo de relacionarnos con ambas variables. La escritura permite que la palabra silenciosa viaje siglos. El Smartphone le dice a nuestro amigo dónde estamos con sólo apretar un botón. Hay médicos que operan a pacientes situados a miles de kilómetros de distancia. Las tecnologías liberan esfuerzos humanos, nos permiten ahorrar ingentes cantidades de tiempo y energía personal y nos ahorran decisiones para las que muchos de nosotros no estamos preparados –correctores ortográficos, fotografía automática, Tom-Tom…-. Si el cuerpo es –permítaseme la metáfora- órgano de expresión de nuestra alma; y las tecnologías son extensión de nuestro cuerpo, resulta que las tecnologías son también expresión de nuestra alma, llevándola más lejos y más rápido de lo que soñaron nuestros antepasados. Superar las barreras espacio-temporales no es sólo una cuestión física, es también –sobre todo- una cuestión personal, espiritual. Estamos más presentes y expuestos que nunca. Perdurar en la memoria colectiva de los hombres es ya potencialmente tan fácil como abrirse un blog. La cuestión de la tecnología, por lo tanto, no se resuelve con un a favor o en contra. Se resuelve formulándonos varias preguntas. Si las tecnologías ahorran espacio y tiempo: ¿qué hacer con el tiempo y espacio ahorrado? Sin esta pregunta, la tecnología acabará devorándonos, y lo que era tiempo ahorrado se convierte en tiempo perdido en no se sabe ya qué. Si las tecnologías multiplican nuestra presencia, la expresión de quienes somos, a un público potencialmente infinito, ¿qué cuento de mí y de otros en las redes sociales? ¿Qué huella quiero dejar? Si cada tecnología influye de un modo muy especial en el modo en que comprendo el mundo, me relaciono con él y con otras personas… ¿Cómo influyen las que más uso? ¿Debería usar otras? ¿Debería usarlas más o menos tiempo? Son estas preguntas, y no nuestro mayor o menor uso acrítico de las tecnologías, las que harán de ellas buenas amigas, al convertirse en aliadas que nos permitan crear valor en nuestra vida, y más allá.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach