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ROJO SOBRE GRIS

Hacer pie

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura3 min
Opinión29-05-2012

Esta semana me han sucedido existencialmente dos cosas importantes, de esas que se convierten en una experiencia interior que quizás hoy pueda explicar y dentro de dos días ni siquiera recuerde, pero que te cambian por dentro como si se alterara el adn de la mirada con la que contemplas el mundo, vives y eres. A la primera la he llamado “hacer pie”. Consiste en una experiencia profunda de agradecimiento hacia esas personas que hacen algo por ti –o por alguien a quien quieres- de forma completamente desinteresada. Es la experiencia de necesitar algo y recibir ayuda de alguien que sólo quiere ayudarte y nada más. Es curioso; cuando te pasa esto, te sientes querido de una forma muy especial, casi como sólo puedes saberte querido por tu familia. Es muy emocionante, y sentirlo puede hasta hacerte llorar. Cuando te sabes y te sientes profundamente indigente y necesitado, como ahogado por una realidad que te supera, de la que no puedes salir solo, y alguien te ayuda porque sí, nace dentro una gratitud tan profunda y tan auténtica que sólo puedes desear ser así para los demás tú también. Mi conclusión es que no puedo hacer pie sobre mí misma, y esto significa que yo no puedo ser mi propia seguridad y que siempre necesito a los demás. Aunque a veces me doy más cuenta y otras me creo independiente, no importa igual lo que sienta: la verdad verdadera es que yo no puedo darme a mi misma muchas de las cosas fundamentales que necesito en la vida. Mi seguridad SON los otros. Mi seguridad está fuera de mí y es más grande que yo, aunque forme parte de ella. Sólo apoyado en los demás, y sólo apoyando a los demás se hace pie. La segunda experiencia es sobre la existencia de Dios, y la he llamado “continuará”. De vez en cuando tengo como una sensación curiosa de pérdida de fe muy rápida. Así como hay veces que miro las estrellas o alguna pequeñez maravillosa –la forma en que una hoja cae de un árbol, por ejemplo- y siento “Dios existe, qué tío, cómo se ha podido inventar tantos tipos de árboles y hojas”, otras veces, esa misma experiencia estética me lleva a un vértigo de preguntas como… “¿Pero y quién creó a Dios?” “¿Cómo es posible existir desde siempre?” “¿Y qué hay más allá del universo” “¿Cómo va a haber algo después de esto?”. Hoy, justamente hoy, he sentido que me basta esto que veo y que existe; me basta ver el mundo, su complejidad maravillosa, su preciosidad infinita, su orden flipante en lo grande y entre todas y cada una de las cosas visibles e invisibles; me basta eso para tener la esperanza de que continuará. Hoy he experimentado que de verdad no me importa nada no llegar jamás a tener respuestas a esas preguntas; he experimentado que mi vida no depende de ello, que mi esperanza no depende de ser capaz de meter a Dios en mi cabeza cosa que, por otro lado, es absolutamente imposible. Mi esperanza, una vez más, está fuera de mí y formo parte de ella. Rojo sobre gris a ese “fuera dentro” que es el mundo y que son los demás. Rojo sobre gris a todas las personas en las que hacemos pie; a toda experiencia de realidad que nos da esperanza.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

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