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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

Los intereses creados

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad27-05-2012

Si el lector acaba en esta página, creyendo que en ella se va a hablar de la genial obra de Jacinto Benavente, tenga la amabilidad de hacer clic en otra parte. Si, por el contrario, quiere seguir leyendo, bienvenido a este puñado de líneas en las que la moraleja del genial autor de Los intereses creados sigue aún vigente. Mal que nos pese, el egoísmo mueve el mundo, y el afán de poder hace rotar el planeta en dirección opuesta si unos pocos se lo proponen. Simbólicamente hablando, claro. Que las personas sigan muriendo como chinches en Siria no es mera coincidencia. Evitar nuevas sangrías en el patio de atrás de la mismísima Europa puede lograrse si los que deben tomar las decisiones lo hacen sin mirar por sí mismos. De qué sirve que las Naciones Unidas manden emisarios si es una institución atada de pies y manos para luchar contra las injusticias. Sólo hay que tener en cuenta el secreto a voces de quiénes fabrican las armas y quienes las usan... Y siguiendo con la moraleja de Los intereses creados, qué ocurre año tras año con algo tan aparentemente superficial y hueco como el concurso de Eurovisión. ¿Acaso no pueden predecirse las votaciones de los países según intereses políticos y comerciales? ¿Acaso no es un festival de la canción? ¿Qué debe premiarse si no es la voz, la melodía y todas esas cuestiones relacionadas únicamente con lo musical? Respuesta: lo que se hace en lo pequeño se hace en lo abundante. Dicho de otro modo, en palabras del refranero, "por el interés te quiero, Andrés". Pero la culpa -y la responsabilidad moral- de las injusticias más grandes y de las más insignificantes no la tiene únicamente quien ostenta el poder, desempeña un cargo o preside una institución. Demasiadas veces el ser humano actúa o evita actuar de forma que no le salpiquen los problemas. Es la actitud de los tibios y, por tanto, de los mediocres, algo que en algún ámbito todos somos. Y, ya se sabe lo que ocurre cuando se deja pasar por alto alguna mínima cuestión, que luego habrá que mirar para otro lado para tapar un desatino mayor creado para silenciar el primero, y así hasta el infinito. ¿Acaso no se mueve el mundo por un cúmulo de intereses creados? Como tantas y tantas veces -como siempre-, la curiosidad mató al gato. O sea, por la boca murió el pez. Dicho de otro modo, la vanidad y el afán de poder, el puro interés, destruyó al ser humano. Tremendo error. Por eso, querido lector, sigue vigente la moraleja de Los intereses creados.

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

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