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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

De mantilla

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura1 min
Sociedad03-04-2012

España huele estos días a incienso y a cera, a flores que acarician imágenes de vírgenes guapas y a torrijas con almíbar. Seguramente, en algún rincón de la Semana Santa, habrá lugar para la devoción y sus emociones, para la liturgia y las costumbres, para el recogimiento y el folclore de una celebración que los pueblos han asimilado como propios por una razón inicial. Y lo habrá como lo hay para la playa y el descanso, la escapada turística o cualquier otro viaje de placer. Pero rendir tributo a esas raíces es sentirse explicado y heredero de una identidad. Lo de menos es llegar a entender que la Semana Santa viene a ser el aniversario de la boda de la humanidad, la alianza que sella la historia de amor más inmensa. O no. Lo que llena de verdad el alma, se crea o no, es sentir el fervor que se palpa en el gesto de ese que mira una imagen y descubre en ella al mismísimo Dios, de quien procesiona en una hermandad porque le da fuerza para su vida diaria, y de quien pasa una noche en vela para tratar de escuchar una voz que lo explique todo. Si más de uno encuentra a Dios estos días será porque estará ahí aunque el resto no sepa descubrirlo. ¿Por qué no? La respuesta quizás esté en decir sí a esa invitación de lucir mantilla y peineta, capirote o hábito en una procesión. Probar a ver qué es eso de rezar. Guardar silencio. Saber escuchar. A lo mejor la clave de todas las preguntas tenga su contraseña en 40 horquillas para sujetar una peineta, sudar lo indecible bajo el terciopelo bordado o pasar largas horas de pie cargando el peso de un paso.

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo