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ANÁLISIS DE LA SEMANA

Ilegalizar Batasuna

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura3 min
España07-04-2002

Significa que los defensores de la violencia, cuando protegen a ETA con artes basadas en la ambigüedad, no quedarán impunes. Significa que Batasuna no puede aparecer y desaparecer, hoy con un nombre y mañana con otro, para eludir la acción de la Justicia por arte de birlibirloque como intenta hacer otra vez. Significa que un Estado de derecho conoce la forma de funcionar de los actores, y pone las estrategias, tácticas, leyes e instrumentos del Estado al servicio de los principios y los valores. Significa que son los ciudadanos de bien quienes tiene la sartén por el mango. Significa que no hay disfraz que valga para ocultar al terrorista, tanto al que empuña el arma como al que aplaude al asesino, como al que dio la orden sentado tranquilamente en un refugio escondido de la Justicia. No. No hay peros que valgan. Existe un límite entre el bien y el mal. Y la contundencia en la lucha contra el terrorismo es no hacerles concesiones a los políticamente correctos ni a los que están confundidos en su visión del mundo porque ése es el camino de la no verdad, o el camino de la mentira. Y ambos llevan a territorios equivocados. Que la futura ley de partidos permita la ilegalización de Batasuna es, simplemente, la elaboración de un diccionario en el que al pan se le llama pan y, a lo otro, vino. Sin concesiones. El combate contra el terrorismo exige sinceridad, claridad y seriedad. Que los socialistas protesten por menudencias es consecuencia de los intereses de imagen: hacer saltar un poco la chispa para que no parezca que al PP siempre se le dice . Ha actuado bien el PSOE en su reacción a esa otra confusión de un fanatismo, que entiende la patria por encima de la familia. Y ha conseguido que las reglas del juego en el Ejército sean más justas, en lo que toca a las mujeres, que quieren tener hijos. Es de sabios rectificar, y Trillo lo ha hecho. Pero intentar sacarle brillo propio a la Ley de Partidos, pidiendo ahora –cosa extraña en el PSOE- que el Parlamento elegido por los ciudadanos no tenga iniciativa a la hora de solicitar el proceso de ilegalización de un partido, es puro electoralismo y un poco de miedo al presidente del Partido nacionalista Vasco, Xavier Arzalluz. Afirma, tan tranquilo, que el lehendakari no convocará un referéndum sobre autodeterminación “para perder”, es decir, que, ahora no son mayoría los que apuestan por la independencia. Y si no lo son ahora, bajo la presión del terrorismo ¿quién querrá que la frontera de España termine en Álava si un día termina el terrorismo? Tampoco a los intereses independentistas del PNV le vienen bien los preludios de una ilegalización de sus primos hermanos, Batasuna: siempre le ha gustado esa ambigüedad del “donde dije digo, digo Diego”, un arte que Arzalluz domina con maestría indescifrable. Como en el caso de Jesús Gil, el aceite, al final, sube a la superficie y el agua queda abajo. Las cosas tienden a ocupar su sitio natural a nada que unos pocos se empeñen en llamar a las cosas por su nombre. La diferencia es que, en Marbella, hasta la oposición siente cierta pena por la inhabilitación de su alcalde. Y en el País Vasco, son muchas las víctimas, pasadas y futuras, que sueñan con poder llamar al pan pan y al vino vino sin convertirse, ipso facto, en el centro de la diana del terror.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

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