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CREAR EN UNO MISMO

¿Y esto… para qué?

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión19-02-2012

Si le preguntamos a alguien por sus personajes históricos o de ficción favoritos, por los libros o películas sobre los que está dispuesto a volver siempre, por sus canciones preferidas, por sus actividades favoritas, por las personas a las que admira, por… y, tras cada una de esas preguntas, rematamos con: “¿y qué te gusta de eso?” Obtendremos muy pronto un puñado de sus valores personales, aquellos que considera más importantes, que más le inspiran, que, en el fondo, mueven su vida. Hablamos hace poco de re-pensar nuestra acción. Pues bien: una de las razones para hacerlo es contrastar si cada una de nuestras acciones y de los objetivos que perseguimos con ellas apuntan a nuestros valores personales. Muchas veces las urgencias de la vida y la infinidad de circunstancias cambiantes y concretas nos llevan a tomar decisiones y ofrecer respuestas rápidas y eficaces, pero no necesariamente alineadas con nuestros valores. De ahí que pueda darse la paradoja de que, aun invirtiendo nuestro tiempo en lo que queremos, nos sentimos frustrados o insatisfechos, porque lo hacemos al precio de olvidar los valores que inspiraron aquello en lo que decidimos invertir nuestro tiempo. Si la urgencia por cumplir objetivos nos lleva a dejar de lado el valor que nos motivó el planteárnoslos, nuestra acción queda vacía de sentido, y ni siquiera el éxito podrá llenar nuestra sensación de insatisfacción. Al ganar conciencia de los valores y el sentido que inspiran nuestras acciones, renovamos nuestra motivación interna e incrementamos nuestra responsabilidad personal; o lo que es lo mismo: nos hacemos más libres, más dueños de nosotros mismos, más capaces de ver los problemas y circunstancias nuevas como una oportunidad para mejorar, más fuertes. En esas circunstancias, tendemos a mejorar nuestras capacidades y a obtener mejores resultados. Pero eso no es lo más importante. Lo importantes es que nuestra mirada se centra más en el rendimiento –el incremento de valor y el crecimiento personal- que en los resultados concretos, pues tendemos a ver el error como una oportunidad de aprendizaje. Si la falta de sentido vacía de alegría los éxitos, la presencia de sentido reconforta incluso en los más estrepitosos fracasos. Volver a preguntarnos “Y esto… ¿para qué?” no sólo reconduce e ilumina nuestros días, renueva la motivación y nos hace más fuertes, sino que nos lleva a recrear y renovar nuestros valores en nosotros y en cada una de nuestras acciones.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach