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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

Tocados por los dioses

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad27-11-2011

Tienen nombre y apellidos. Van de compras, cenan en restaurantes, disfrutan de vacaciones y trabajan. También sufren. Como todos. Pero, muchas veces, saben saborear mejor que el común de los mortales las pequeñas cosas de la vida. Y, sin presumir de ello, dan lecciones de humanidad en una sociedad cada vez más prefabricada. Son el centro de atención de miradas indiscretas que juzgan su apariencia o muestran hacia ellos el más empalagoso sentimiento de lástima o el título de la heroicidad. Apenas sólo un día al año, varios millones de europeos parecen importar al resto de sus conciudadanos. Las instituciones del viejo continente marcan el 3 de diciembre en la agenda informativa para prestar atención a uno de esos ámbitos que habitualmente pasa inadvertido: la discapacidad. Aunque parezca que la discapacidad es el sobrenombre de unos pocos, la cotidianidad nos implica a todos en la causa de valorar –que no medir– las capacidades del otro. ¿Quién no conoce a una persona con discapacidad? Algunas discapacidades, por suerte o por desgracia, no se perciben, pero la gran mayoría lleva consigo la moraleja de la superación, de la lucha por vivir con dignidad y el deseo más íntimo del ser humano: la libertad. No obstante, para alcanzarla en plenitud, quedan muchas cosas por hacer. Habría que derribar muchas barreras mentales y reflexionar, por ejemplo, sobre el daño que hacen ciertas miradas sobre una persona con discapacidad, algo imperceptible hasta que no se comparte con una amiga con discapacidad una tarde de compras. Habría que acabar con las barreras físicas, pues no se valora la importancia de la accesibilidad hasta que las escaleras impiden el paso a un local a un chaval que, simplemente, quiere ir de marcha y bailar en silla de ruedas. Habría que promover una auténtica inclusión, pues no se descubre la capacidad de una persona con discapacidad hasta que no se comparte jornada de trabajo con ella. Algo, por cierto, muy recomendable: probarlo no contagia de ningún mal. Al contrario. Quizás estén vigentes aún aquellas leyendas de ciertas culturas antiguas que atribuían a las personas con discapacidad la predilección divina. Puede que sea verdad. La convivencia con estos seres humanos con nombres y apellidos tocados por los dioses hace aflorar la idea de las fronteras que definen a las personas: desde el escalón más cercano al mal hasta la más alta bondad y la virtud hechas carne. Quizás los dioses tengan razón...

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo