ANÁLISIS DE SOCIEDAD
Quienes no tienen a San Antonio
Por Almudena Hernández1 min
Sociedad25-09-2011
Las personas desordenadas llevamos la penitencia en el pecado. Si cada vez ponemos las llaves en un lugar distinto, si guardamos nuestra agenda cada día en un cajón y no en el mismo, si colocamos las gafas allá donde nos parezca en cada momento, llegará la catástrofe: no lo encontraremos. Por eso, una se ha provisto, desde hace tiempo, de un par de estampitas de San Antonio. San Antonio no es el Cucufato ese al que veneran los despistados más peculiares, sino el mismísimo Antonio de vida ejemplar y amigo de Dios que además de encontrar novios hace que localicemos otras muchas cosas extraviadas. Sin embargo, en las últimas jornadas, sobre todo a raíz del Día del Alzheimer, muchos despistados hemos podido comprobar que el pobre San Antonio no da abasto. Las enfermedades neurológicas superan el despiste de las llaves o las gafas. Uno no deja olvidado el monedero en el aparador, sino que ni siquiera es capaz de identificarse a sí mismo en una fotografía de hace varios años, ni pone nombre al vecino de toda la vida con el que tantas confidencias compartió. El político Pasqual Maragall es uno de los ejemplos visibles y más populares en España de los estragos que causa el Alzheimer. Pero Pasqual cada vez es menos ese personaje conocido para encarnar la nada que impone ese agujero negro de la mente. Como otros enfermos de Alzheimer, el ex político catalán tiene la mirada perdida y el gesto desdibujado. Estremece, conmueve, petrifica a quienes se cruzan con él, como ocurre con los miles de afectados por esa enfermedad para la que ni San Antonio es capaz de encontrar la clave.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo