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SIN CONCESIONES

Diez años después del 11-S

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión12-09-2011

Tengo la sensación de ser mucho más viejo en apenas diez años. He cambiado tanto o más de lo que me ha enseñado la vida en esta década. Sin embargo, miro al mundo y me invade la extraña sensación de que todo permanece igual. La mejor prueba es la guerra que en 2001 comenzó en Afganistán. Rápidamente se logró el primer objetivo: derrocar al gobierno de los talibanes. La enorme fuerza internacional llevó a pensar que pronto se alcanzaría el reto estrella: capturar a Osama bin Laden, el responsable de los atentados terroristas del 11-S. No fue así. En realidad, hemos tenido que esperar diez años para que las tropas estadounidenses detuvieran y mataran al terrorista que lideraba la banda criminal Al Qaeda. Ese es el único cambio real que ofrece este décimo aniversario del atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York. Todo lo demás sigue igual. Por eso la coalición internacional lucha todavía en Afganistán. Los enemigos de Occidente son muchos y, aunque débiles, pueden volver a asesinar en cualquier momento. El terrorismo resulta así de cruel y de traicionero. Las Torres Gemelas cayeron hace diez años. Pensamos que sería fácil y rápido limpiar de escombros la Zona Cero pero aún no ha recuperado el aspecto que diseñaron los arquitectos. Hicieron falta dos aviones y pocas horas de fuego para derrumbar aquellos colosos. Aún hará falta mucho trabajo y esfuerzo humano para borrar las huellas materiales de la tragedia. Las heridas psicológicas, por desgracia, no desaparecerán jamás. La solidaridad con las víctimas y la unidad de todo el pueblo americano es la mejor lección que nos deja el 11-S. Lamentablemente, la política y la diplomacia no han supuesto un ejemplo que poder imitar en el futuro. Ni con Bush ni con Obama. El multilateralismo que generó el 11-S se esfumó en cuestión de meses por los intereses partidistas de cada estado. Dos años después, quedó totalmente reventado en mil pedazos cuando Bush quiso aprovechar aquella solidaridad internacional para invadir Iraq por su cuenta y riesgo con el fin de zanjar una venganza familiar que duraba muchos años. Es una lástima que Obama no haya intentado recomponer aquella unidad diplomática. Lo tenía fácil tras la marcha de Bush, pero ni siquiera lo ha probado. Posiblemente, he ahí uno de los indicadores de que el liderazgo inmaculado con el que llegó a la Casa Blanca se ha esfumado casi tan rápido como cayeron las Torres Gemelas. Somos todos más viejos pero el mundo sigue funcionando con las mismas herramientas de siempre: dinero y poder. Los valores superiores de la democracia, que fueron enarbolados de forma grandilocuente tras el 11-S, permanecen escondidos bajo las alfombras de los estados. Tras los atentados del World Trade Center, los gobernantes y las fortunas del planeta corrieron a enriquecerse, en lugar de fortalecer las democracias y sus sistemas económicos. Pusieron más interés en abarrotar sus bolsillos y afianzar sus privilegios que en llenar de sentido aquello a lo que representaban. Nadie lo pone en duda ahora, especialmente cuando la crisis financiera internacional ha dejado al descubierto los excesos y las deficiencias de estos años. Naciones Unidas tampoco ha mejorado y ni siquiera se ha llegado a plantear la conveniencia de su reforma. El mundo avanza al mismo ritmo que antes del 11-S, incluso más rápido, pero con el riesgo de tropezar en las mismas piedras.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito