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Teatro y periodismo: generadores de paz

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión19-07-0111

En mi último artículo escribí sobre la dimensión ética del periodismo a raíz de una reflexión en la propia Universidad de Harvard y de un curso de verano organizado por la Universidad Francisco de Vitoria con el título Corresponsales de Paz. Recordaba entonces que el periodismo, como cualquier profesión que merezca tal nombre, no es sólo una técnica, sino también una praxis, es decir, una actividad plenamente humana, y que, por lo tanto es inseparable de la dimensión moral de la persona. Una buena praxis mejora a quien la obra y a quienes entran en contacto con esa obra. Una mala praxis deshumaniza a quien la acomete a quienes entran en relación con ella. En aquel curso de corresponsales de paz, en Jerusalén, muchos ponentes de categoría y de formación y profesión muy diversa dialogaron sobre el conflicto palestino-israelí sobre las aportaciones que, desde sus respectivos ámbitos, pueden favorecer el proceso de paz. Como no podía ser de otro modo, los periodistas fueron los más autocríticos y aparentemente desesperanzados, pero también los más comprometidos con el día a día del conflicto. Uno de aquellos periodistas, Sal Emergui, decía que poco se podía hacer. Pero esta semana encontramos en uno de sus artículos un gran ejercicio de periodismo que recoge una valiosa iniciativa por la paz. En síntesis, el artículo confirma la tesis del curso: una buena praxis, por sí misma, contribuye al bien del hombre. En este caso, al proceso de paz, y a la esperanza que en el corazón de cada hombre late sobre la consecución de ese ideal. La iniciativa que recoge Emergui es bien sencilla: el buen teatro sobre el conflicto palestino-israelí ayuda a sanar los corazones y las heridas que enfrentan a los contendientes. Algunos periodistas, y algunos editores de los medios de comunicación, tienen la mirada tan centrada en las estadísticas y los números que adquieren una miopía galopante, una incapacidad gravísima, para leer en los corazones de los hombres. Piensan que las “buenas noticias” no son noticia. Que no queremos buenas noticias. Pero no es verdad. Lo que no queremos son tongos, mentiras, visiones artificialmente manipuladas de buenos y malos puros. Queremos historias reales que nos ayuden a comprender el mundo y a comprendernos a nosotros mismos, como siempre han sabido los mejores periodistas. Con apuestas como la que recoge el artículo de Emergui y la iniciativa allí reseñada, todos los hombres confirmamos algo que deseamos confirmar en lo más profundo de nuestro ser: que en las situaciones más difíciles, las buenas acciones abren un espacio para encontrar ese lugar donde la vida se ensancha.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach