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SIN CONCESIONES

Más participación ciudadana

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión25-07-2011

Votar cada cuatro años no es democracia. Con este argumento se quejan muchos de los indignados del 15-M. Fue uno de los principales asuntos a debate por quienes llenaron en mayo las calles y plazas de las principales ciudades españolas. Aducen que la democracia española esconde, en realidad, un sistema representativo en el que la opinión de los ciudadanos no cuenta. Su voto únicamente sirve para designar a los políticos que tomarán las decisiones por ellos. Primero te prometen el oro y el mono. Después, si te he visto no me acuerdo. Así que los llamados "indignados" reclaman un sistema más participativo, donde los ciudadanos tengan voz y voto en los grandes asuntos. Pretenden que los políticos estén vinculados estrechamente con los votantes que les eligen para que así sientan la obligación de defender lo que interesa a los ciudadanos, en lugar del interés de sus respectivos partidos. Lo de mayor participación democrática suena muy bien. Pero cuando la democracia ha entonado esa melodía en los últimos años ha acabado en un estruendo desafino. El mejor ejemplo es el referéndum sobre la Constitución Europea que se celebró en España en febrero de 2005. Casi 35 millones de personas estaban llamadas a las urnas pero apenas 14 millones ejercieron su derecho al voto. La participación ni siquiera alcanzó el 42%. La abstención fue la gran triunfadora con el 58,23%. Era el primer referéndum que se celebraba en el país desde 1986. La expectación debería haber sido máxima. Pero seis de cada diez ciudadanos se quedaron en su casa. Quizá con la excusa de no entender los tratatos comunitarios y sentirse alejados de Europa. Tampoco fue mejor la asistencia a los colegios electorales cuando Cataluña convocó en 2006 un referéndum para ratificar el nuevo estatuto de autonomía. Los políticos habían concedido máxima relevancia a la reforma, pero la participación cosechó otro fracaso. Sólo el 49,4% de los catalanes depositaron su voto en las urnas. Más de la mitad se quedaron de brazos cruzados y pasaron del referéndum. Me encanta que la gente, especialmente los jóvenes, reclame mayor participación en democracia. Pero esos mismos olvidan que los derechos siempre están acompañados de deberes. Votar es uno de ellos. Quienes lo olvidan incurren en una hipocresía que les inhabilita para seguir criticando el sistema. Porque la primera forma de mejorar la democracia, e incluso de cambiarla, es votar a quien mejor representa tus ideas. Solemos quejarnos de que los escaños del Congreso de los Diputados están vacíos y que los políticos trabajan poco porque no están sentados permanentemente en sus escaños. Quienes pasan de votar cuando llegan las elecciones están incurriendo en el mismo error que critican. Hacen como esos políticos que cobran el sueldo y cumplen lo mínimo. Así que al 15-M y a todos los indignados les invitaría a replantarse su protesta. Tienen razones sobradas para indignarse. Pero no basta con alzar el grito o montar una sentada. Hay que ayudar a mejorar el sistema, a través del voto, con un nuevo partido político, desde colectivos cívicos que influyan en la política a modo de lobby. Porque, efectivamente, votar cada cuatro años no es democracia. La democracia se construye todos los días con nuestra actitud ante la política.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito