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¿TÚ TAMBIÉN?

Homo faber

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión30-05-2011

Walter Faber era un ingeniero, un técnico de la Unesco, que un día empezó a darse cuenta de que su vida, sencillamente, funcionaba. Al principio no era conscientes de lo que le pasaba. Hubiera sido incapaz de formularlo así, pero, sin duda, algo iba mal, y lo que le ocurrió en el aeropuerto encerraba una metáfora perfecta de su situación. Estaba en las tiendas del aeropuerto, esperando su transbordo. Se dio cuenta de que no quería seguir viajando, de que no quería ir al destino final marcado en su billete. Era un sentimiento irracional, pero se sintió agobiado y dirigido. Decidió no subir al avión. Fue a un bar. “Plane is ready for departure (El avión va a despegar)” Pero hizo oídos sordos. Su retraso era tan notable que la megafonía empezó a llamarlo por su nombre. “Your attention, please… Passenger Faber, Passenger Faber”. Aunque era evidente que ninguno de los presentes en el bar sabía que él era Faber, se sintió incómodo y fue a esconderse en el cuarto de baño. La llamada continuó insistentemente. Le martilleaba. Le mareaba. Llegó a tener un ataque de pánico y casi pierde el conocimiento. Después de un rato largo, el megáfono dejó de sonar. Algo de paz. Regresó a la barra del bar. Al poco, apareció una azafata: “Yhere you are!. We’re late, Mister Faber, we’re late (¡Hele aquí! Llegamos tarde, señor Faber, llegamos tarde)”. El pobre Faber sólo pudo decir: “I’m sorry (lo siento)”. Encogió los hombros y subió al avión. La tecnología, la seguridad, los transportes… esas cosas que para él habían sido hasta entonces su fe, su vocación, su destino, su trabajo, su vida… le atrapaban y dirigían sin que él fuera capaz de controlar la situación. La historia de Homo faber fue escrita por Max Frisch en 1957 y, como buena parte de la literatura del XIX y XX, es un grito de alarma y de advertencia ante la ideología técnica. Cada uno de nosotros corre el riesgo de ser un homo faber, tal y como teóricamente lo definió la politóloga judía Hannah Arendt en 1958. Y sabía de lo que hablaba, pues tanto el marxismo como el nazismo y el capitalismo, tres ideologías en guerra fría, y no tan fría, sostienen una tesis común, una tesis todavía no derrotada: “el trabajo nos hará libres”. Hannah, qué casualidad, es el nombre de un personaje clave para Mr. Faber. También es el nombre de la mujer que inspirará esperanza al barbero judío de El Gran dictador, la obra maestra de Chaplin estrenada en 1940. Hannah. Mujer. Judía. Conocedora de los horrores del siglo XX. Inspiradora de esperanza y de respuestas. Una mujer capaz de transformar el corazón del homo faber, de hacerle ver que este mundo, más allá de la técnica y el trabajo, puede ser un lugar donde la vida se ensancha.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach