¿TÚ TAMBIÉN?
Sólo el asombro conoce
Por Álvaro Abellán2 min
Opinión27-03-0111
Dice Sertillanges que la posibilidad del contacto con los genios es una “gracia” para la que deberíamos prepararnos “como para la oración”. Hubo un tiempo en que no era necesario decirlo. Aquel tiempo en que los libros eran escasos; leer, el privilegio de unos pocos; y conservar el saber, algo tan costoso que nadie se molestaba en poner negro sobre blanco algo que no mereciera la pena. En aquel tiempo, todo libro era un tesoro, en sí mismo y por su contenido; y poder leerlo era un privilegio del que era imposible no estar agradecido. Hoy, sin embargo, conviene recordarlo. Vivimos en una sociedad marcadamente científica. La divulgación en prensa, y la opinión general, es que la ciencia es algo serio y firme, que el científico vive en un mundo de seguridades y que su disciplina puede explicarlo todo. Tanto es así, que hasta los escritores más lúcidos han acusado a los científicos de acabar con el misterio. Sin embargo, cuando se acerca a los escritos de científicos que se confiesan en su hora más honesta, re-descubre su experiencia original. En sus diarios, cartas y biografías los grandes científicos -no los de pacotilla- nos descubren que su impulso nace del amor por la realidad, un amor que, ciertamente, se articula en forma de curiosidad y observación. Nos cuentan cómo cada descubrimiento -pequeño o grande- les provoca cierta veneración, les revela hermosura, sencillez y racionalidad en la naturaleza, les hace sentirse privilegiados, pequeños, afortunados, felices. “Las últimas semanas -son palabras de Heisenberg- me han producido un profundo entusiasmo. Tal vez pueda ilustrar mejor lo que he experimentado a través de una analogía: la del intento de llegar a la cumbre fundamental y todavía desconocida de la teoría atómica […] y ahora que esa cumbre se encuentra justo ante a mí, todo el territorio de las relaciones internas de la teoría atómica se ha desplegado repentinamente ante mis ojos con claridad. Que estas relaciones internas muestren, en toda su abstracción matemática, un grado de increíble sencillez, es un don que sólo podemos aceptar con humildad. Ni siquiera Platón habría podido creer que fueran tan bellas. Estas relaciones, en efecto, no pueden ser inventadas. Existen desde la creación del mundo”. Éste, y otros hermosos testimonios del quehacer de los investigadores, han sido recopilados por Marco Bersanelli (astrofísico) y Mario Gargantini (ingeniero electrónico y periodista) en una antología memorable: Sólo el asombro conoce. La aventura de la investigación científica. Una obra muy recomendable, que nos permite acercarnos con veneración a los gigantes de la ciencia, y ver cómo consagraron su vida a penetrar en los misterios de la naturaleza. De su mano re-aprenderemos a no acostumbrarnos a lo ya sabido, a no olvidar la aventura del conocimiento, a recordar que es precisamente la veneración por el saber la que hace del laboratorio -y de nuestro mundo, que se beneficia de los descubrimientos- un lugar donde la vida se ensancha.