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SIN CONCESIONES

ETA vuelve a las instituciones

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión17-01-2011

No es una broma. Ni una exageración. Sólo es cuestión de tiempo. Antes o después, los ahora representantes de ETA volverán a estar en los ayuntamientos, regresarán al Parlamento vasco y desafiarán con su presencia al Congreso de los Diputados. Ocurrirá este año, quizá dentro de dos, a más tardar cinco o seis. Pero sucederá. Más tarde o más temprano, se reirán de todos nosotros defendiendo con las mismas personas las mismas cosas que ahora. Pasará, aunque para ello tendrán que haber roto definitivamente con la violencia terrorista. No es poco. Pero hay una pregunta que lleva meses rondando mi cabeza: ¿Es suficiente? ¿Basta con que un asesino deje de matar para que pueda ostentar un cargo público? ¿Es justo que quien ampara el terrorismo ocupe un sillón en las instituciones? Si de algo podemos estar contentos en esta nueva tregua anunciada por la banda terrorista ETA, es que el Gobierno de Zapatero ha aprendido de la anterior. Fue un lástima, además de un error, que en 2006 no aplicara las lecciones del alto el fuego de 1998. Pero ahora sí parece haber tomado nota de las consecuencias que tuvo el último proceso de diálogo con los terroristas y, sobre todo, de su final. Como para olvidar el mortal atentado de la Terminal 4 de Barajas... El Ejecutivo ahora deja claro que no se puede negociar, aunque las conversaciones prosigan en secreto. Incluso, Rubalcaba no cesa en repetir una y otra vez que los etarras sólo tienen dos salidas para presentarse a las elecciones: "O rompen con ETA o ETA rompe con la violencia". Cuando se dé una de estas dos circunstancias, aceptarán las reglas del juego democrático y podrán volver a hacer política. El Partido Popular también ha aceptado esta tesis desde que Zapatero rectificó su política antiterrorista en 2008. Mariano Rajoy ha comprado el discurso de Rubalcaba y parece haberlo asumido como propio, más preocupado de que llegue el verdadero fin de ETA que de lo ocurra después. Las víctimas suelen decir que la desaparición de la violencia no puede ser como la llama de una vela que se extingue. Tiene que quedar claros la derrota de la banda y el triunfo de quienes han sufrido su dolor durante décadas. Y es cierto. Pero ni siquiera esa derrota debería permitir que, al día siguiente, los terroristas y sus cómplices regresen a las instituciones para conseguir los mismos fines políticos que cuando mataban mientras las familias de los cientos de asesinados contemplan en sus casas la ignominia a través de la televisión. El Gobierno, las instituciones democráticas y la sociedad en su conjunto deberían establecer garantías para que los mismos que han matado no puedan pisar las instituciones, para que quienes han sido altavoz de los terroristas no puedan obtener un cargo público, para que los que cobijaban a los asesinos no puedan ser representantes del pueblo y, sobre todo, para que la democracia ponga al entorno de ETA en cuarentena durante un largo periodo de tiempo. Sería la mejor manera de protegerse y de probar que los terroristas realmente han renunciado para siempre a la violencia. Lo contrario sería otro engaño, una broma más que no podemos ni debemos permitir.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito