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SIN CONCESIONES

ETA se cuela en Rodiezmo

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura3 min
Opinión06-09-2010

Nunca había faltado José Luis Rodríguez Zapatero a la fiesta sindical de los mineros en Rodiezmo. Ni una sola vez había fallado desde que fue elegido secretario general del PSOE de León. Muchos años han pasado y Zapatero siempre estaba ahí. En la oposición y también en el Gobierno. En los tiempos de bonanza económica y en los de crisis, paro y recesión. Nunca había dicho que no, hasta este año. Zapatero anunció que no iría a Rodiezmo, donde anualmente le gustaba darse un baño de masas socialistas. Esta vez no podía poclamar allí una subida de las pensiones, puesto que hace meses que el propio Gobierno ordenó congelarlas. Tampoco convenía levantar el puño y abrazarse con los sindicatos que han convocado una huelga general para el 29 de septiembre. Creía que UGT le recibiría en los montes de León con una bronca por sus recortes sociales, así que prefirió quedarse en casa para escuchar el mitin por televisión. Supongo que a Zapatero al menos le apetecería escuchar el sarcástico discurso con el que Alfonso Guerra arenga cada verano a los votantes mineros. No tiene pesperdicio. Parecía que nada iba a apartar la atención de la ausencia de Zapatero en Rodiezmo. Hasta que ETA decidió colarse en la fiesta sindical. El comunicado de alto el fuego echó por tierra las expectativas depositadas en Cándido Méndez y sus amigos de los sindicatos asturiano-leoneses. Una tregua de la banda terrorista borra lo demás y acapara toda la atención. Aunque sea una tregua light. Así que la fiesta de Rodiezmo se quedó en guateque. Zapatero evitó la pitada de los sindicatos, se salvó del ridículo mediático y le ahorró al cuerpo una paliza de 800 kilómetros en cuatro horas (en helicóptero oficial, claro, que eso ya se lo reprochaban hace años los obreros). Esquivó un problema pero ahora se enfrenta a una prueba de grandes dimensiones. El alto el fuego de ETA le sitúa frente al espejo. Tiene que elegir. Puede repetir el camino de 2006, cuando emprendió una negociación política con los terroristas que acabó frustrada ocho meses después en el atentado mortal de la T4 de Barajas. O puede mantener la férrea e incesante lucha policial con la que ha arrinconado a ETA en los dos últimos años. Todo son éxitos desde 2008, desde que rectificó, desde que cambió la negociación por la aplicación de la ley. El Ministerio del Interior cree que este alto el fuego es insuficiente. Rubalcaba quiere algo más concreto y ambicioso. Pero, sea cual sea la dimensión de la tregua, Zapatero siempre tendrá que elegir entre pactar con los terroristas o encerrarles en prisión. La decisión nunca puede depender de la veracidad de los comunicados o de las promesas huecas que hagan los asesinos. El Gobierno siempre transmite la sensación de estar dispuesto a negociar si llega el final de la violencia. Pero ni siquiera en ese caso debería claudicar. Tiene que aprender de una vez por todas que ni la Justicia ni las víctimas ni la Historia pueden permitirlo.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito